De salud bien, gracias a Dios. Tengo la tensión controlada y el colesterol a raya. El cansancio es crónico y me cuesta dormir, pero es normal; los años pesan. Hemos entendido la salud como la ausencia de enfermedad. Tenemos la creencia cultural de que estar bien es básicamente lo mismo que no estar mal. Y es que tenemos integrada la certeza de que a nuestro cuerpo le es inherente la decadencia y de que, con el paso de los años, lo único que nos queda es conformarnos con eliminar con medicación los síntomas de enfermedades crónicas inevitables.
La tecnología empodera. La tecnología abre la puerta en cualquier dispositivo a un rabioso e incontenible raudal de información. Y esta información, cuando se procesa desde una perspectiva curiosa, pragmática y consciente, tiene el extraordinario poder de transformar creencias. Desde la palma de nuestra mano, al otro lado de la pantalla en vídeos, conversaciones, imágenes y textos accedemos a los datos, las causas y los efectos de otras realidades. Y nuestra mirada externa e interna se abre.
La salud entendida como plenitud
¿Y si no tuviéramos que conformarnos con vivir a medias? ¿Y si la salud fuera algo más que ese estado en el que somos meramente funcionales? ¿Y si la salud fuera el estado físico, mental y emocional desde el que desarrollar nuestro potencial al máximo? Hace 20 años nuestra realidad la delimitaban las personas que conocíamos, la información efímera de 4 o 5 canales de televisión, prensa y radio y los libros que esperaban pacientes a despertar nuestra curiosidad en bibliotecas. Hoy nuestra inspiración se enciende diariamente con la avalancha de demostraciones fehacientes de hasta dónde podemos llegar los seres humanos cuando ponemos a trabajar nuestro potencial innato. Es un punto de no retorno, porque esta inspiración expande los límites de nuestras aspiraciones y de pronto, conformarse con sobrevivir no es suficiente.
Queremos estar bien. Queremos estar bien de verdad, estar bien más allá de ser funcionales y no tener achaques. Estamos cambiando la supervivencia por la búsqueda de la plenitud, porque ahora sabemos que la decadencia es opcional y que la salud es el ingrediente imprescindible para materializar los sueños que nuestra nueva perspectiva evidencia posibles. Queremos más y la tecnología nos da a la vez la inspiración, la motivación y las herramientas.
Es un cambio de paradigma. Durante mucho tiempo hemos creído que nuestro cuerpo era algo así como una caja negra. Que podíamos pensar, sentir, comer y hacer sin consecuencias y que la eventual enfermedad no era más que el resultado aleatorio de la inevitabilidad o la mala suerte.
Pero lo ignoto lo revienta la luz. Es inevitable. Tú y yo tenemos hoy apps, webs y wearables con los que descifrar la caja negra. Tú y yo tenemos a un click herramientas digitales para optimizar nuestra salud física, mental y emocional y tenemos, a un scroll de distancia, la motivación continua de comunidades de personas con las que compartir los retos y las recompensas del proceso.
Tú y yo tenemos hoy apps, webs y wearables con los que descifrar la caja negra.
Esto ha cambiado la forma que tenemos de entender la salud para siempre y hoy, más que nunca, somos conscientes de nuestro verdadero potencial. Por eso, el impulso de desarrollarlo nos está llevando a explorar los límites del bienestar.
Hacia el pleno potencial desde la vitalidad física
¿Cómo de fuertes, rápidos y flexibles podemos llegar a ser a partir de los taitantos? ¿Hasta dónde podemos recuperar el control de nuestros pensamientos y dirigir de forma consciente nuestra atención hacia un propósito claro? ¿Y si las emociones no fueran un fastidio incontrolable y tuviéramos en nuestra mano la capacidad de gestionarlas para multiplicar el valor que aportamos?
La tecnología es una consecuencia natural de nuestro avance constante. La hemos creado para llegar más lejos. Y precisamente es, sin esperarlo, la que nos va a capacitar para multiplicar exponencialmente nuestro potencial innato.
Citius, altius, fortius. (Más rápido, más alto, más fuerte) Los Homo Sapiens somos el único animal al que nos es inherente la capacidad de imaginar lo que aún no existe y de encontrar la manera de manifestarlo. Somos el único animal que ha pasado de evolucionar para sobrevivir a su entorno a evolucionar su entorno para no tener que volver a sobrevivirlo. Conformarse no está en nuestro ADN y la prueba está en la extraordinaria colección de ideas materializadas que nos rodean y que nos hacen la vida más fácil.
La tecnología es una consecuencia natural de nuestro avance constante. La hemos creado para llegar más lejos. Y precisamente es, sin esperarlo, la que nos va a capacitar para multiplicar exponencialmente nuestro potencial innato. Fíjate hasta dónde hemos llegado desde la supervivencia: Hemos transformado el mundo creando desde el cansancio crónico y el secuestro de patrones mentales y emocionales recurrentes. Ahora imagina, por un momento, que empezamos a priorizar nuestro bienestar. Que convertimos nuestros hábitos en los cimientos de nuestra productividad y que no estar mal deja de ser suficiente. ¿Qué podemos llegar a lograr desde la vitalidad física, el equilibrio emocional y el pleno control de nuestra mente?
La incomodidad inicial de abrir la caja negra y mirar de frente las consecuencias de nuestros hábitos desaparece en el momento en el que empezamos a utilizarlos de forma consciente. Porque pocas cosas hay más apasionantes que recuperar el acceso a nuestro poder y desde el recuperado asiento frente al volante, la motivación para seguir mejorando es inevitable.