El 37% de los jóvenes titulados españoles trabajan en empleos de baja cualificación1, disputándose los mismos puestos con aquellos que, por elección o por fortuna, no han podido realizar estudios superiores.
Ángela había sido buena estudiante. Sin preferencia por ciencias o letras había estudiado las segundas. Cuando acabó el bachillerato comunicó a su familia que quería formarse como actriz. Apoyada por ellos viajó a Madrid a estudiar arte dramático. Su itinerario formativo no acabó allí. Haciendo extras de camarera gastó ingentes cantidades de dinero en seguir especializándose. Mientras tanto, se iba agotando el sueño de ganarse la vida como actriz. Como las oportunidades no llegaban y Ángela iba cumpliendo años, decidió formarse en algo “más práctico” y se matriculó en la Formación Profesional de Técnico de Sonido, con la intención de quedarse en el mismo sector, cerca de esas tablas que tanto le gustaban. Después de dos años de estudio, Ángela había conseguido diversificar su empleabilidad, pero como todas las profesiones del ámbito artístico, la de Técnico de Sonido tampoco le podía proporcionar la estabilidad económica que necesitaba. Un día un amigo le habló de los cursos de programación de la Fundación Telefónica. No hacía falta tener conocimientos previos y eran totalmente gratuitos. Hizo su último intento para salir de la precariedad y durante 6 meses lo dejó todo para ser programadora. Conocí a Ángela cuando me la presentaron como la nueva programadora de la empresa.
Como Ángela, un 82,7% de estudiantes de las titulaciones de Artes y Humanidades, que sufren una baja tasa de inserción laboral y calidad en el empleo, eligieron sus estudios como primera opción, lo que indica el componente vocacional de la elección.
Ya en el 2015, los informes2 realizados acerca del bienestar de la estructura social española describían este fenómeno. Tras la crisis financiera del 2008, los puestos de trabajo que se estaban creando pertenecían al ámbito de trabajo de media o baja cualificación. En concreto, los nuevos trabajadores pasaban a engrosar las filas de los grupos de empleo más habituales en nuestro país: hostelería, comercio y construcción. Aunque, en cuestión de cifras, la mejora iba siendo constante, se apuntaba a que, al final, el desenlace de este incremento iba a ser el estancamiento. Sin embargo, esta perspectiva puede resultar, actualmente, incluso apetecible.
Las previsiones de hoy en día apuntan, en vez de al estancamiento, a la destrucción de puestos de trabajo de los sectores de actividad de baja y media cualificación. La robotización o la digitalización, a la vez que generan nuevas carreras y oportunidades, van horadando lo que parecía ser un reducto de trabajo para aquellos que, finalmente, no pudieron acceder a empleos relacionados con su formación.
Ahora nos encontramos con dos desafíos. Por un lado, el desafío secular de muchas economías desarrolladas. Un contingente de población con baja o nula formación, a lo que se le suma el hecho de que sus puestos de trabajo se vayan quedando obsoletos. Por otro, cohortes de trabajadores altamente cualificados, provenientes de una amplia variedad de disciplinas, a los que, con la desaparición de los puestos de trabajo a los que habían conseguido acceder, se les ha expuesto, como a los demás, al ostracismo laboral.
La formación como solución a largo plazo. ¿Y a corto?
A estos dos problemas ya se les ha planteado alguna solución. Un sistema educativo que apueste por la formación en las nuevas esferas de conocimiento relacionadas con la deriva tecnológica actual, el énfasis en las aptitudes ligadas a la empleabilidad y que, además, aporte el tesón necesario como para sostener en el tiempo un proyecto formativo que abarque una vida laboral entera. Suena prometedor. Sin embargo ¿qué implicaciones tiene esta propuesta? Se trata de una encomienda a largo plazo. Pero, como acabamos de ver, el problema es, no solo actual, sino heredado. Es a partir de aquí cuando se debe escoger con precaución cuál será el sujeto de nuestras preocupaciones y nuestros proyectos. Un estudiante remoto, distante, o una fuerza de trabajo coetánea de este artículo, con necesidades perentorias y tangibles.
El primero, como hemos señalado, corresponde a un ambicioso proyecto de país con objetivos a medio y largo plazo. Pero, ¿qué hacemos con los egresados de hoy? ¿Y con los de ayer?
Hay que dar respuesta a la necesidad actual de que las personas tomen un acercamiento proactivo a su propio aprendizaje permanente. Que los trabajadores no tengan las habilidades necesarias para enfrentar el mundo laboral actual –y el del futuro– nos afecta a todos. Tanto a los propios trabajadores como a las empresas mismas.
Si Ángela hubiera tenido el apoyo de un orientador para mejorar su empleabilidad, probablemente habría conseguido ahorrar tiempo y esfuerzo en una formación que, lamentablemente, no pudo solventar la precariedad en la que se había instalado su vida laboral. Por eso, no solo se debe hacer hincapié en la oferta de formación, sino, además, en la mentorización de esa fuerza de trabajo a la que me he estado refiriendo.
La empleabilidad se ha vuelto un camino que, con frecuencia, nos vemos obligados a recorrer solos. Esto, sumado al cambio de paradigma laboral, hace que la adaptación, el reskilling, sea una tarea correosa o, incluso, estéril. Tal vez sea por estos motivos por los que, en principio, la oferta de formación desnuda, sin ninguna clase de guía, se vuelva una oportunidad que, aunque deseada, no se considere factible. En este escenario, el acompañamiento cualificado por parte de un orientador se vuelve indispensable.
La orientación proporciona un espacio de reflexión para determinar el qué y el para qué. La adaptación continua requiere un entrenamiento que hasta ahora los canales convencionales no proporcionan, la educación, tanto la obligatoria como la de libre elección te facilita unas destrezas o conocimientos, estáticos en el tiempo, para desempeñar un oficio. Habrá muchos que ya hayan incorporado que la actual seguridad laboral no te la proporciona un empleo para toda la vida sino tomar las riendas de tu empleabilidad a lo largo de tu vida laboral. Habrá otros muchos que estén resignados a la precariedad y a la sobrecualificación. Los necesitamos a todos en este nuevo mercado laboral.
1Fundación Conocimiento y Desarrollo (2019) Informe CYD 2018, www.fundacioncyd.org.
2Fundación Encuentro (2015) Informe España 2015, una interpretación de su realidad social, www.fund-encuentro.org.