Toda nueva industria que se crea experimenta la lógica evolución de algo nuevo, de algo desconocido. Pasamos de las locas promesas, a las falsas esperanzas y a las decepciones de una primera fase. Más aún cuando hablamos de una tecnología disruptiva que casi nadie conoce y cuya complejidad hace que la conceptualización de la misma hacia modelos de negocio sostenibles y que creen valor se convierte en un reto de dimensiones poco abarcables.
Las promesas que no se hicieron realidad, una elevada cantidad de “scams” y el intento de regulación por parte del “stablishment” que no quería que le quitaran una parte del pastel, generó desconfianza y ruido.
Es lo que sucedió con eso que llamamos Blockchain y el mundo crypto. Tras la creación de Bitcoin hace más de 10 años, hemos visto numerosas olas de información. Grandes subidas y terribles bajadas. Volatilidad en estado puro, algo no apto para los convencionalismos tradicionales de la industria financiera, y en menor medida, aunque también, de la industria digital y tecnológica.
En una primera iteración hacia la aplicación de la tecnología, vimos un impulso inicial grande entre 2016 y 2017, y una caída hacia lo que se conoció como el “crypto Winter” que duró más de dos años y medio.
Las promesas que no se hicieron realidad, una elevada cantidad de “scams” y el intento de regulación por parte del “stablishment” que no quería que le quitaran una parte del pastel, generó desconfianza y ruido. Demasiado ruido desde mi punto de vista, para un mercado que apenas movía unos cuantos de cientos de millones de euros, con un market cap ridículo en comparación a cualquier otra industria asentada en el mundo.
En unos años, no será el qué, sino el cuándo y el por qué no lo hicimos antes. Y llegarán las prisas, como nos pasa siempre.
En aquel momento, la comparación con los flujos de dinero invertidos a través de la industria del venture capital hacia nuevos proyectos tecnológicos, versus lo que estaba sucediendo en la industria blockchain, resultaba ridícula. Sin embargo, esas apuestas masivas hacia startups tradicionles, que en muchos casos no sobrevivían, no generaban ni un 1% del ruido que el mundo crypto estaba creando. ¿La razón? Sigue siendo un misterio. Probablemente, un tema de posicionamiento. Los grandes players financieros no iban a dejar en ningún caso que la industria creciera hasta que ellos mismos no estuvieran posicionados.
De la definición de los proyectos crypto como esquemas ponzi hemos pasado a la recomendación masiva a todos los niveles. Lo que antes era un mundo vacío, sin contenido y una burbuja de dimensiones incontrolables, se ha convertido en la nueva gallina de los huevos de oro. Ese cambio de discurso, en apenas 3 años, es digno de estudio, y será estudiado cuando dentro de unas décadas blockchain y la web 3.0 sea considerada como la 3ª o la 4ª -no sé en cuál estamos- revolución industrial en todas las escuelas de negocio del mundo.
Si nos abstraemos de todo ese ruido, todo lo sucedido no es más que el lógico proceso del asentamiento y de maduración de algo nuevo que ha venido para quedarse. Y de igual manera que hablamos de la digitalización de las empresas como algo ahora lógico e indispensable, lo mismo pasará con la adopción de las DLTs. En unos años, no será el qué, sino el cuándo y el por qué no lo hicimos antes. Y llegarán las prisas, como nos pasa siempre.
Y si bien una década de desarrollo parece mucho, blockchain está todavía en los albores de lo que puede llegar a ser. Internet en 1990. Ahí estamos. Cuando nos empezaban a hablar de que comprar por internet a través de webs un día sería el motor del consumo mundial. Queda mucho por recorrer. Pero, como decía al principio, la realidad ha superado la ficción. Desde finales de 2020 y hasta hoy, las promesas empiezan a ser realidad. El efecto red, el uso, la adopción de muchas de estas redes empieza a ser masiva. Redes como ETH han encontrado en casos de uso como la industria Defi, el empujón definitivo que necesitaban para demostrar que existe otra forma de hacer las cosas. Devolviendo la libertad a las personas. Con herramientas necesarias, eficientes y seguras que nos permiten operar de forma independiente y sin la necesidad de depositar en entes centrales la sostenibilidad de los sistemas. La famosa descentralización y la búsqueda de la confianza en modelos de consenso distribuidos.
A pesar de todo lo vivido, de lo bueno y de también lo malo, es una industria que está aunando a las mentes más talentosas y brillantes del planeta. Se generan tendencias cada día, se pivota cada semana, y se crea cada mes a una velocidad sencillamente alucinante. Es algo que desde mi punto de vista no se había visto nunca antes en ningún momento de la historia de la humanidad.
Sigo echando en falta un entendimiento real de lo que se está construyendo. La mayor parte de los entes reguladores siguen conectando los crypto activos con los conceptos tradiciones de divisas y de medios de pago. Nada más lejos de la realidad. Muchas de las grandes crypto del mundo son todo menos eso. Y un análisis tan limitado de la industria deja de lado el 99% del valor subyacente de muchas de estas redes. Como ejemplo Ethereum, que no pretende ni compite por ser una divisa o un medio de pago que haga frente al Euro o al Dólar. Mientras no entendamos esto, cualquier análisis estará completamente desenfocado.
En 5 años, TODOS operaremos en este entorno. No hay vuelta atrás. El virus está en la calle y nos esperan unas décadas de tremenda diversión para los que disfrutamos observando lo que el ser humano es capaz de llegar a construir.
Si todavía no lo has hecho, que estas pequeñas y cortas palabras sean el empujón definitivo para dar el salto. Blockchain te espera.