Me gustaría, en primer lugar, destacar algo que no muy frecuentemente se recuerda, y no es otra cosa que el gran avance para la humanidad que ha supuesto la creación del dinero allá por el 1.500 a. C. El dinero, junto a otros avances sociales como el derecho, ha significado, sin lugar a dudas, un hecho excepcional y, gracias a él, hoy existe una economía con niveles de producción que no se podría soñar sin el citado invento.
Lo que han hecho los bancos centrales en dos ocasiones (2008-2009 y 2020) ha sido una especie de “salvamento monetario” de la economía, el cual no ha estado exento de cierta polémica.
El dinero posibilitó que la economía no fuese una economía de trueque y, por tanto, facilitó que alguien trabajase sin necesidad de una recompensa de algún bien o servicio inmediato. Esto permitió a su vez que las economías y los individuos fuesen menos autárquicos y se especializaran en producir aquello donde son mejores o más competitivos. Actualmente que se habla mucho de “economía colaborativa”, tal vez el dinero sea el invento que más ha favorecido que unos humanos colaboremos con otros ya que, cuando se basa en el trueque, la actividad económica se hace mucho más compleja.
La historia del dinero es muy amplia -unos 3.500 años- y creo que no merece la pena repasarla de forma completa, sino más bien dar un gran salto desde el origen a la actualidad.
En las últimas dos décadas, el manejo de la cantidad de dinero y el precio del dinero, que es el tipo de interés, han sido absolutamente claves en el devenir económico. Los bancos centrales, que hoy por hoy son los monopolistas del dinero -con permiso de las nuevas criptomonedas- a partir del 11-S comenzaron una política monetaria expansiva -aumentar la cantidad dinero-. En algunos momentos han dado marcha atrás, como en los años 2005 o 2006 en Estados Unidos, pero esa contramarcha ha tenido que ser corregida, volviéndose a las políticas monetarias expansivas.
Las consecuencias de la enorme cantidad de dinero que hay hoy en el sistema financiero son varias. En primer lugar, la financiación de empresas, gobiernos y también particulares es muy barata. Por ejemplo, España paga de intereses por su deuda pública la mitad en términos de PIB que hace 25 años. Incluso el Tesoro Español ha logrado colocar deuda con tipos negativos, donde el inversor debe “pagar” por comprar un bono español. Las altas tasas de endeudamiento de los gobiernos, que vienen desde la crisis de 2008-2009 y que se han agudizado en la pandemia del Covid-19 sólo son soportables debido a los bajos tipos de interés, y los citados tipos de interés bajos son producidos por las actuaciones de los bancos centrales.
En segundo lugar, las políticas monetarias expansivas han posibilitado que la recesión de 2008-2009, dentro de la gravedad, fuese más liviana. Adicionalmente, en 2020, con la pandemia de la Covid-19 las políticas monetarias -junto las fiscales- han logrado que lo que parecía un desastre económico, con la información que tenemos actualmente, se convierta en una crisis muy profunda, pero de corta duración y salida casi en V. En 2020, los bancos centrales actuaron con celeridad nunca vista -comenzaron sus políticas monetarias expansivas en marzo de 2020- y con una cantidad de dinero inyectado de la cual no existen precedentes. En 2020, los cuatro mayores bancos centrales, el de Estados Unidos, Eurozona, Japón y China, inyectaron 8 billones de dólares de liquidez -casi seis veces el PIB español-. Estas inyecciones se han hecho fundamentalmente mediante la compra de bonos, lo cual a su vez ha provocado que los tipos de interés bajen y en algunos casos que llegan a terreno negativo. Por ejemplo, el Euribor 12 meses, referencia de muchas hipotecas en España está al -0,48%.
Los bancos centrales, y por consecuencia el dinero, sin lugar a dudas han estado en el centro de la política económica, y por tanto de la economía, en las últimas dos décadas. Lo que han hecho los bancos centrales en dos ocasiones, 2008-2009 y 2020, ha sido una especie de «salvamento monetario» de la economía, el cual no ha estado exento de cierta polémica.
El inyectar dinero y mantener tipos de interés muy bajos reactiva la economía, pero perjudica gravemente al ahorrador. Este fenómeno provoca una especie de transferencia de rentas del ahorrador -básicamente familias, y en muchos casos jubilados- al endeudado -en buena parte gobiernos-. El ahorrador recibe menos, o nada, por su capital y el endeudado paga poco. o incluso gana por endeudarse -caso de los tipos negativos-.
Adicionalmente, el inyectar mucho dinero, junto con políticas fiscales expansivas, como es el caso actual, puede llevar a unas mayores tasas de interés, con la consiguiente pérdida de poder adquisitivo de amplios colectivos. El debate sobre si en el futuro inmediato habrá más inflación está actualmente produciéndose.
Por último, unos tipos de interés muy reducidos animan a la asunción de mayores riesgos y mayor utilización de la deuda (aumento del apalancamiento) lo que puede provocar en el futuro inestabilidad.
En definitiva, podemos concluir que, a pesar de la larguísima historia del dinero, este instrumento está de plena vigencia, como así lo demuestra el uso de políticas monetarias para el manejo de ciclo económico. Además, lejos de ser algo obsoleto o poco cambiante, los medios de pago digitales se han multiplicado en los últimos años, donde además hemos tenido la irrupción de nuevas monedas no controladas por los bancos centrales como el Bitcoin. El dinero, sus usos, su representación, etc. seguirá adaptándose al servicio de una economía que necesita desde hace 4.500 años de este magnífico invento social.