Probablemente uno de los momentos más difíciles durante la infancia y la adolescencia son los exámenes. Por más que uno supiera la materia, la incertidumbre siempre estaba ahí. Por no hablar del impacto que podía tener suspender. La sensación de no saber, de no valer, incluso de ser tonto. Si además esto se hacía de manera continuada, el riesgo de ser un “repetidor” se cernía sobre nuestras cabezas. Hay edades a las que el trauma de repetir es terrible. Un año de diferencia en una clase es física, mental y moralmente notable.
El problema va mucho más allá. En abril de 2020 la oficina estadística de la Unión Europea, Eurostat, publicaba los datos de abandono escolar en los países de la unión. España lideraba negativamente un año más esta categoría. El 17,3% de los jóvenes españoles no continuaban sus estudios una vez superada la formación obligatoria. Aunque el fracaso se estaba reduciendo las cifras estaban lejos del objetivo marcado. Pero el coste, según PISA, de suspender, es tremendo para el sistema educativo y para quienes lo sufren. Mientras más del 95% de los estudiantes de algunos países no habían suspendido nunca, el 25% de otros tantos, entre los que se encuentra España, lo habían hecho. El porcentaje de estudiantes que faltan a sus centros de estudio es preocupante, con tasas 9 puntos superiores a la media de la OECD. Un 4% de los estudiantes confirmaban que siempre se sentían tristes.
¿Por qué unos países tanto y otros tan poco? ¿Qué podemos hacer, qué debemos entender para evitar el fracaso escolar? Hay múltiples factores que influyen. Quiero centrarme aquí en uno. La dislexia. Según la Asociación Internacional de Dislexia, alrededor del 5% de los estudiantes sufren esta condición. El problema es que la mayoría de ellos lo desconocen. Como Luz Rello.
Alguien decidió tomarse en serio entender qué le pasaba, y el diagnóstico aclaró la situación: Luz tenía dislexia.
Luz Rello es una investigadora española pionera en el estudio de la dislexia. Luz era una niña con muchos problemas en el colegio. Malas notas, sufrimiento y la sensación continua de que era tonta, de que no era capaz, de que iba a suspender siempre. A esa edad lo más normal es sentirse culpable, incapaz. Es lo que toca, no tengo lo que hay que tener. Esta terrible sensación acompaña a los menores durante años, desmotivando, y en muchos casos provocando el temido suspenso o repetir curso. El camino de Luz no fue ese por pura casualidad, como en tantos otros casos. Alguien decidió tomarse en serio entender qué le pasaba, y el diagnóstico aclaró la situación: Luz tenía dislexia. Sabiendo cual era el problema, que no era tonta ni incapaz, simplemente que su cerebro procesaba la información de manera diferente, Luz remontó. No solo terminó los estudios, con más esfuerzo que muchos de sus compañeros, sí, pero al menos motivada.
Durante ese periodo decidió que quería ser lingüista. La compra fortuita de un libro sobre ortografía le permitió entender que hay una lógica y una estructura detrás de los idiomas. Y eso lo podía aprender. Como el inglés, que aprendió de oídas, con mucho esfuerzo económico de sus padres y tras varias estancias en el extranjero. Pero no solo eso. Aprendiendo la disciplina podía entender mejor su problema, qué lo causaba, cómo identificarlo o incluso solucionarlo. Dicho y hecho.
Tras finalizar sus estudios de lingüística Luz se embarca en un máster en procesamiento de lenguaje natural y tecnología del lenguaje, que culmina en un doctorado en ciencias de información, enfocado al estudio de la dislexia. Con dos buenas amigas, Azuki y Clara, crean Piruletras para su doctorado. Una app, un juego que cualquiera puede descargar y utilizar, y que diseñan a partir de sus estudios para poder analizar cómo funcionan los cerebros de menores con dislexia. Más de 10.000 descargas les permiten conseguir datos suficientes para sacar conclusiones. Piruletras, el juego del pingüino se convierte en el germen de algo mucho más grande.
Utilizando técnicas de Inteligencia Artificial y Machine Learning, desarrollando varias patentes, múltiples estudios académicos y finalmente Dytective. La luz al final del camino de Luz. Una aplicación gratuita que permite identificar si un niño tiene riesgo de padecer dislexia
Entre medias Luz obtiene premios y reconocimientos de todo tipo. El European Young Research Award de Vodafone en 2013 o el reconocimiento en 2014 por el MIT Technology Review Top 35 Innovators Under 35, donde gana también el premio a Social Innovator of the Year. De ahí al salto a las grandes ligas. Carnegie Mellon University le ofrece una beca de investigación postdoctoral y posteriormente un puesto en su departamento de Computer Sciences, considerado de los mejores del mundo. El proyecto pasa al siguiente nivel.
Utilizando técnicas de Inteligencia Artificial y Machine Learning, desarrollando varias patentes, múltiples estudios académicos y finalmente Dytective. La luz al final del camino de Luz. Una aplicación gratuita que permite identificar si un niño tiene riesgo de padecer dislexia, sólidamente fundada académicamente, y con una tasa de éxito nunca vista. En apenas 15 minutos, a partir de 42.000 juegos de base que serán utilizados de manera personalizada según cada caso, se puede detectar sin un niño de 6 años en adelante tiene problemas de lecto-escritura. El proyecto académico se convierte en ChangeDyslexia.org. La herramienta se ofrece gratuita a familias y se amplía con juegos para mejorar las habilidades de los niños que presentan estos problemas. Hoy, casi 300.000 niños han sido detectados de manera gratuita. Luz ha vuelto a España, donde sigue desarrollando el proyecto mientras imparte clases de Inteligencia Artifical en IE Business School. Y en nuestro país cada vez se reduce más el abandono escolar, y se detecta más y mejor la dislexia. Gracias a una niña que pensaba que era tonta, y que descubrió por casualidad todo su potencial.