Antes de la llegada del Covid-19, el turismo mundial estaba experimentando un crecimiento notable convirtiéndose en un importante motor global de crecimiento y diversificación económica. Los datos de la Organización Mundial del Turismo (OMT) señalan que, en 2019, el turismo alcanzó los 1.500 millones de viajeros internacionales y representó el 11% del total del PIB global.
En España, el turismo seguía siendo uno los pilares de la economía y un importante motor de desarrollo económico y social. En 2019, España fue, por siete años consecutivos, el segundo país más visitado del mundo detrás de Francia, registrando 83,7 millones de turistas (lo que también supuso el séptimo año consecutivo de cifras récord en el país). También fue el segundo país del mundo con más ingresos generados por turismo por octavo año consecutivo detrás de EE.UU.
Por otro lado, ese mismo año, España ocupaba el primer puesto entre 140 países en el Índice de Competitividad de Viajes y Turismo que publica cada dos años el Foro Económico Mundial. Posición que también ocupó en los años 2015 y 2017.
Al mismo tiempo, el sector turístico se encontraba inmerso en una revolución digital que afectaba de manera disruptiva a todos los procesos productivos y de consumo del sector. Las reservas online ya representaban el 50% del total de reservas de viajes a nivel mundial, que venían creciendo dos veces más rápido que el mercado turístico en su conjunto.
Asimismo, la revolución en la movilidad también era, principalmente, de carácter digital, suponiendo un incremento exponencial de los servicios turísticos prestados desde dispositivos móviles. La cuota de mercado de reservas de viajes online pasó del 9% en 2015 al 35% en 2017, un crecimiento del 288% en apenas dos años. Al mismo tiempo, el 83% de los viajeros a nivel global ya viajaban con su dispositivo móvil, convirtiéndolo en una pieza esencial en todas las etapas del viaje.
Sin embargo, muchos observaron este continuo crecimiento de la actividad turística como una amenaza descontrolada por su negativo impacto en los residentes, que se veían desplazados en sus propias ciudades, y por su impacto en el entorno medioambiental. Así, vimos surgir movimientos de “turismofobia” en multitud de países. Grupos que, con argumentos más o menos fundados, criticaban y rechazaban la actividad turística.
Por ello, la sostenibilidad ya se consideraba una herramienta imprescindible en cualquier modelo de desarrollo turístico y era uno de los principales ejes del modelo de Destino Turístico Inteligente que puso en marcha el Ministerio de Turismo a través de SEGITTUR en 2012. Esto hizo de España el primer país del mundo en contar con un modelo y metodología de desarrollo turístico en el que la Sostenibilidad, en todas sus facetas, se consideraba el centro de cualquier estrategia, así como la Accesibilidad, combinadas con la Tecnología y la Innovación para lograr poner en marcha modelos de Gobernanza basados en indicadores y datos, que permitieran alcanzar y mantener modelos sostenibles en el tiempo, que respetaran a las personas y al medioambiente («Destinos Turísticos Inteligentes: construyendo el futuro», SEGITTUR, 2015).
En estos momentos, se están observando profundos cambios en los patrones de consumo turístico, donde predomina un turista muy digitalizado, exigente con la información que consume, muy preocupado con las condiciones sanitarias de los destinos y con su impacto en el medioambiente. Y, por su parte, las marcas son cada día más conscientes de que deben alinearse con estos principios y, no sólo reducir su impacto medioambiental, sino generar un mayor valor ecológico para la sociedad.
Nos encontramos así, ante una nueva era de gestión, ordenación e inversión en turismo verde y responsable en el que hacen falta nuevas políticas públicas que acompañen este necesario cambio de modelo. Un modelo de turismo al servicio del desarrollo social, cultural, económico y medioambiental de todos y cada uno de los territorios en los que se desarrolla la actividad. Un modelo que pase de ser un consumidor voraz del entorno a ser un creador de capital ecológico y social, referente para otros sectores productivos a nivel global.
En este momento, se abre una nueva Era del Turismo Sostenible. Esta nueva Era deberá tener como base un modelo de respeto y puesta en valor del capital ecológico y social de los destinos y un modelo de gobernanza de cogestión efectiva entre el sector público, a todos los niveles, y el sector privado. Y este modelo, deberá integrar, sin duda, la tecnología, necesaria para poder medir, controlar y generar la confianza de que las políticas de sostenibilidad se están aplicando correctamente. Y, por otra parte, deberá estimular al máximo el diálogo con la sociedad local y el ecosistema productivo para poder llegar a la necesaria cohesión social.
En este sentido, si España quiere seguir liderando la actividad turística en los próximos años, destinos, empresas y entidades turísticas se verán reconocidas y/o premiadas en los próximos años por tres vías:
- Gobiernos e instituciones que, a través de nuevas políticas públicas, reconozcan modelos sostenibles de desarrollo, muchos basados en la cooperación público-privada, y que incentiven fiscalmente este nuevo modelo de sostenibilidad turística (o castiguen al que no cumpla).
- Consumidores altamente concienciados con el impacto social y medioambiental de la actividad turística.
- Existencia de empresas y entidades que sólo quieran colaborar con aquéllas que ya trabajan en esta línea.
En definitiva, podemos hablar de tres principios básicos para implementar modelos líderes y sostenibles de cara al futuro cercano:
- El sector público tiene que modernizar sus políticas y crear la infraestructura necesaria para facilitar la transición hacia una economía respetuosa con los Acuerdos de París, que incentive la digitalización, la inversión en I+D, etc.
- La industria del turismo debería convertirse en la mayor generadora de capital ecológico en el mundo. Para llegar a un mundo de “emisiones cero” necesitamos industrias que creen capital ecológico, qué creen soluciones de secuestro natural de las emisiones (que es lo fácil y lo más viable). La industria turística debe jugar ese papel de creación de valor, mucho más allá de la generación económica y social. Hablamos de creación de valor para el conjunto de la economía.
- La necesaria digitalización de todos los procesos dentro de la compañía o de los destinos. Para ello es necesario la captación y análisis de los datos que nos ayuden a alcanzar los objetivos y a saber si nuestra gestión se ajusta a los principios y valores que defendemos y que buscan nuestros clientes.
Y la tecnología, sin duda, será un factor imprescindible en cualquier estrategia basada en un modelo de gestión sostenible. Un modelo en el que el turismo no se vea como una actividad invasora, sino creadora de capital ecológico y cohesión social.
En este sentido, si consideramos la tecnología como la herramienta de base para la digitalización y la sostenibilidad del turismo, vemos, en los últimos tiempos, una convergencia acelerada de tecnologías (como Inteligencia Artificial y Machine Learning, comunicaciones 5G, tecnología blockchain, Greentech e Internet de las Cosas) están llamadas a convertirse en importantes aliadas para gestionar los cambios profundos en la configuración del mercado y de los territorios turísticos. Estas tecnologías abren multitud de oportunidades para gestionar adecuadamente la fase de reactivación del turismo, reforzando no sólo los conceptos de seguridad sanitaria, sino también los de sostenibilidad ambiental y social en los destinos, para no regresar a ciertos modelos de desarrollo turístico masivo, previos a la pandemia y depredadores con el entorno y las sociedades locales (turismofobia).
Por tanto, si ya de forma previa a la pandemia, la situación exigía a las empresas turísticas la adaptación tecnológica y la gestión sostenible para ser competitivas, el contexto generado por el Covid-19 ha agudizado y acelerado dicha necesidad.
Por otro lado, existen diferentes retos y oportunidades en función del entorno geográfico en el que se encuentren. Destinos urbanos y empresas turísticas ubicadas en ciudades pueden beneficiarse de un acceso más fácil a infraestructura digital y cuentan con mayores oportunidades de asociación empresarial que las localizadas en áreas rurales/naturales o remotas. Por ello, es necesario contar con políticas públicas orientadas a la inversión en la creación de infraestructuras digitales en las zonas rurales y poco pobladas.
Se trata de definir la estrategia y trazar un plan de acción conjunto que considere los siguientes elementos:
- Definir medidas e indicadores de gestión ambiental y de impacto social que contemplen la gestión de elementos como: energía, agua, reciclaje, residuos, economía circular, políticas de residuo cero, movilidad, gestión de áreas forestales, de las costas y entornos marinos, de la agricultura y ganadería, empleo de calidad, políticas de inclusión y accesibilidad, escolarización y nivel de estudios, actividad cultural, sanidad, etc.
- Digitalización de la información. Disponer de una herramienta digital en la que se procesen y visualicen los datos de toda la actividad realizada en el destino. Estos datos deberán ser cruzados con información de todas las áreas: turismo, transporte, urbanismo, movilidad, cultura, salud, economía, etc.
- Medidas específicas para reducir y compensar el CO2. La medición, reducción y compensación de CO2 ya es hoy en día una obligación para muchas empresas. La Unión Europea pretende reducir drásticamente las emisiones en los países miembro en 2030 y, para ello, prevé desarrollar una política de fiscalidad elevada para aquellas empresas contaminantes. Y así será también para empresas y destinos turísticos.
En definitiva, para acelerar la reactivación del sector en España y garantizar su liderazgo y rentabilidad futura, debemos diseñar una estrategia muy clara de gestión “data driven” de la mano de la tecnología, que considere todo rango de empresa y territorio. Sólo así seguiremos liderando la actividad turística en el mundo en los próximos años.