El sector de las empresas de inversión está viviendo una revolución tecnológica sin precedentes. Tradicionalmente este sector ha ofrecido un servicio analógico, opaco, caro y poco rentable para el cliente. Por suerte para los inversores, desde hace 30 años este servicio está transformándose hacia la digitalización, la transparencia y la reducción de costes, lo que se acaba trasladando en una mayor rentabilidad para el cliente.
La inversión ha sido siempre un negocio extremadamente rentable para el gestor pero no tanto para el inversor. Se suele contar una historia, en la que dos personas pasean por el puerto de Nueva York y una le dice a la otra: «¿Has visto que grandes son los yates de los banqueros y corredores de bolsa?» Y el otro le responde, «¿y dónde están los yates de los clientes?».
El servicio de la inversión tradicionalmente ha ocurrido en una oficina muy elegante, con un banquero muy bien pagado y con ciertas dotes de clarividencia, ya que sabía las inversiones que más rentables iban a ser. A cambio de que el gestor compartiera con el cliente su buen tino sólo le pedía una comisión anual del 2-3%, calculada como porcentaje de su patrimonio. Esto significaba que, independientemente de que el cliente ganase dinero, tras 20 años el banquero se había quedado entre el 40 o 60% de su dinero inicial. No obstante, en caso de que el banquero eligiese inversiones exitosas, se habría ganado con creces esa comisión.
El problema es que los datos indican que no es posible predecir la futura evolución de las inversiones. Que a un banquero le vaya especialmente bien o mal es cuestión de suerte, no de habilidad.
Hay muchísimos estudios que demuestran que en el pasado la mayoría de los gestores profesionales obtienen para sus clientes una rentabilidad a largo plazo después de comisiones muy inferior a la media del mercado. Como ejemplo, el informe SPIVA de 2020 para Estados Unidos, muestra que a 20 años este dato fue el 86%. Y además, no se puede saber de antemano quiénes serán el 14%.
Ante esta evidencia, John Bogle planteó en 1975 una propuesta rompedora: pagar menos comisiones y replicar el promedio de mercado. Esta forma de gestión se conoce como indexación, ya que se trata de replicar los índices de mercado que representan la inversión promedio. De esta forma te aseguras que estarás en el 14% mejor. Inicialmente obtuvo muchísima contestación. Llegaron a tacharle de «anti-americano» o «comunista» pero eventualmente los resultados acallaron estas críticas y actualmente más del 50% de los fondos de inversión en Estados Unidos son indexados.
La automatización es una pieza clave para llevar a cabo esta réplica con bajo coste de forma sostenible. Mientras que en los fondos tradicionales son los gestores los que envían las órdenes de compra o de venta, en los fondos indexados son procesos automáticos los que generan las órdenes para seguir al índice de mercado. El ahorro que esto supone redunda en una mayor rentabilidad para los clientes.
Pero la automatización no se ha quedado ahí. Desde hace unos años están irrumpiendo empresas de gestión automatizada como Betterment en Estados Unidos, WealthNavi en Japón o Indexa Capital en España, que han extendido los beneficios de esta industrialización al resto de tareas repetitivas que conlleva la gestión de un patrimonio. Por ejemplo, para conocer el perfil de un inversor ya no hace falta ir a una oficina bancaria a hablar con el banquero sino que bastan 2 minutos respondiendo a unas preguntas en internet. La comunicación es mucho más precisa, inmediata y confiable si te la proporciona un programa informático. Un sistema automático podrá tener en cuenta en todo momento tu situación financiera, tu cartera de inversión, y podrás establecer aportaciones o retiradas periódicas con la periodicidad que consideres, algo imposible de hacer manualmente. Y de nuevo, menos costes es más rentabilidad.
Es difícil hacer predicciones, especialmente sobre el futuro. No obstante, tengo pocas dudas de que la importancia de la tecnología no va a dejar de crecer en el mundo de la inversión. Lo veo en primera persona por el exitoso crecimiento de la gestión automatizada en España y a nivel global, y por los comentarios positivos que recibimos de nuestros clientes que recomiendan el servicio proactivamente a sus amigos y familiares.
Esta dinámica está propiciando que mucho tiempo malgastado en la inversión tradicional se enfoque en actividades que realmente generen un valor añadido para lo sociedad, ya que intentar predecir el futuro y realizar operaciones manuales no hacen un mundo mejor. En cambio, conseguir que la rentabilidad que ofrecen los mercados globales acabe en los bolsillos de los que invierten para que puedan conseguir sus objetivos financieros considero que es uno de los mayores regalos que ha generado la tecnología aplicada a la innovación financiera.