La tecnología que hay detrás de los alimentos que llevamos a nuestra mesa

Por: <br><strong>Juan Jesús Velasco</strong>

Por:
Juan Jesús Velasco

Desde la dirección de su aceleradora de startups en Sevilla, Juan Jesús Velasco nos ofrece un panorama de las startups más disruptivas en el sector de la alimentación.
Por: <br><strong>Juan Jesús Velasco</strong>

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Juan Jesús Velasco

La base de la pirámide de Maslow, el modelo que explica la motivación humana diseñado por el psicólogo Abraham Maslow, pone en su base y, por tanto, dentro de las necesidades básicas de las personas la alimentación (al igual que respirar o descansar). 

Todos tenemos que comer para vivir y, evidentemente, cómo comemos y qué comemos también determina cómo es nuestra vida e incluso cuántos años vamos a vivir. 

Para el año 2050, según las estimaciones de la FAO, la demanda de alimentos subirá en un 60% y esto significa que los agricultores van a tener que producir mucho más.

Sin embargo, en un planeta en el que la población sigue aumentando y los recursos se agotan, ¿habrá comida para todos? ¿La revolución tecnológica va cambiar nuestra manera de cosechar o consumir alimentos? ¿Nos vamos a centrar únicamente en alimentarnos y cubrir las necesidades básicas de nuestro cuerpo y no va a importar tanto el qué comemos? ¿Comer y alimentarse van a convertirse en cosas muy alejadas, con una vinculada al ocio y la socialización, y la otra a las necesidades básicas? Ante la producción masiva, ¿es posible distinguir la calidad?

Para el año 2050, según las estimaciones de la FAO, la demanda de alimentos subirá en un 60% y esto significa que los agricultores van a tener que producir mucho más. En contraposición a esto, hay un factor que va a seguir permaneciendo constante: la tierra para cultivar sigue siendo la misma (o quizás sea menor si tenemos en cuenta la desertización o el agotamiento de los suelos) y solamente un 11% de la superficie del planeta puede dedicarse a la agricultura.

El sector agroalimentario está en pleno proceso de revolución y, sin duda, la tecnología y la innovación van a tener un papel fundamental para poder adaptarnos a estos escenarios de futuro que, realmente, no quedan tan lejanos, ni están asociados únicamente a películas o novelas distópicas o de ciencia-ficción.

Producir alimentos como ejercicio de optimización

Si vamos a necesitar producir más con los mismos recursos, está claro que nos encontramos ante un ejercicio puro de optimización y de aumento del rendimiento. Es decir, hay que reducir las mermas o pérdidas, hay que optimizar costes e insumos (riego, fertilizantes, productos fitosanitarios…) y hay que tener un gran dominio de las variables críticas (humedad, luminosidad, suelo…) para que el resultado sea maximizar el rendimiento.

Todo esto que suena a un problema de matemáticas y de programación lineal es, precisamente, la base de lo que se conoce como agricultura de precisión y que está llevando el big data, el machine learning y los sensores al campo y los invernaderos.

ec2ce es una startup de big data y machine learning en cuyo equipo no hay ningún ingeniero agrónomo. Es un grupo de matemáticos e ingenieros que diseñan algoritmos de predicción para ofrecerle a los agricultores un sistema de soporte a la toma decisiones. Capaz de prevenir la explosión de una plaga (optimizando el uso de pesticidas), casar la fluctuación de precios en el mercado con el momento óptimo de recogida de una cosecha (y maximizar así el beneficio) o, incluso, optimizar el riego gracias a la combinación de datos de sensores o históricos de climatología.

De hecho, los sensores y el IoT aportan mucho valor a la agricultura porque una sonda ofrece en tiempo real algunas de las variables clave como la humedad del suelo, la conductividad de éste, la luminosidad e, incluso, usando dendrómetros, el conocimiento sobre cómo está creciendo una planta. Si combinamos todos estos datos, obtenemos el “oráculo” que Ornavera le ofrece a los agricultores; un sistema capaz de indicar qué acciones se deben tomar si quiere maximizar el rendimiento y reducir gastos.

La trazabilidad como seña de calidad

Además de garantizar que habrá comida para todos, desde el lado del consumidor final también importa mucho qué alimentos vamos a consumir y, sobre todo, cómo se han producido. Por esto cada vez suscita más interés aplicaciones como MyRealFood o Yuka para conocer qué es lo que estamos comprando y qué grado de procesado tiene.

Cada vez nos importa más la calidad del producto, de los tratamientos que se han seguido, del bienestar animal, de sostenibilidad… al final son factores que también importan, y debe existir un equilibrio entre la producción, la sostenibilidad y la calidad.

Aquí es donde entra también en juego la trazabilidad de los alimentos que, si bien es un requisito legal, no es algo que siempre esté accesible al cliente final. De hecho, aunque dos tomates nos puedan parecer iguales en el lineal de un supermercado, poder saber cómo se han producido puede ser tener impacto en nuestra decisión de compra. Incluso optar por uno más caro pero producido de manera más sostenible y ecológica si toda esa información está certificada.

Hay un caso muy interesante en Francia de la cooperativa agroalimentaria Terrena que lanzó al mercado una marca premium de productos cárnicos llamada “La Nouvelle Agriculture”. Comercializan carne de pollos que se han criado sin antibióticos, sin comer cereales transgénicos, viven en granjas nacionales… Sin embargo, una bandeja de este pollo en el lineal de un supermercado es similar al resto.

¿Cómo hacer que el consumidor perciba que el producto es mejor? Para poder llevar al cliente esta diferenciación, Terrena lanzó una app llamada Mon Agriculteur en la que los consumidores podían introducir un código que encontraban en la bandeja de carne del supermercado y, para dicho lote, conocer dónde se criaron los pollos, quién es el granjero, qué comieron, quién fue el proveedor de la comida…

Gracias a la información de la trazabilidad, el cliente sabe qué consume y, por otro lado, Terrena puede justificar un diferencial de precio y una propuesta de valor “premium” que se fundamenta en datos que ya no pasan desapercibidos para el cliente final.

Esto es algo que también está haciendo Carrefour apoyándose en tecnología Blockchain para, además, garantizar la veracidad e inalterabilidad de los datos y que startups como Vestigia también están llevando a bodegas para garantizar la calidad y origen del vino.

Cambiando de hábitos: comer es una necesidad, pero mejor que cocine otro

A todos estos retos vinculados a la alimentación también se le suma un claro cambio en los hábitos de consumo. Nos gusta comer en restaurantes, probar comida de distintos estilos, no pasar mucho tiempo en la cocina o haciendo la compra… La comida también se está convirtiendo en un servicio por suscripción en el que dejamos de comprar en el supermercado y cocinar para que venga a alguien a casa y nos traiga la comida ya preparada y, además, para toda la semana.

Esta es la tendencia que están abrazando empresas como Wetaca, MenuDiet o BeoBeo que nos ofrecen la posibilidad de recibir en casa “tuppers” con la comida para toda la semana ya cocinada. Lo único que tendremos que hacer es calentar y comer; eso sí, con el añadido de tener en casa un menú equilibrado (evitando la tentación de la anarquía de la comida rápida).

Y si la comida de restaurante nos sigue tentando pero estamos concienciados con la sostenibilidad y con evitar que se tire comida, las propuestas de Phenix, ResQ Club, o de Too Good To Go llevan hacia un marketplace la posibilidad de comprar el sobrante de los restaurantes. Y que el sushi que ha sobrado en el almuerzo pueda ser tu cena con descuento para tomar en casa.