La tecnología que transforma a los medios de comunicación.

Por: <br><strong>Juan Jesús Velasco</strong>

Por:
Juan Jesús Velasco

Fue el diario británico The Guardian el que planteó en septiembre del año pasado que una IA escribiese un artículo de opinión en el periódico y que, de paso, convenciera a los lectores que los robots venían en son de paz.
Por: <br><strong>Juan Jesús Velasco</strong>

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Juan Jesús Velasco

Uno de los temas habituales cuando se habla de tecnología es el impacto de ésta en el mundo laboral y, concretamente, en los trabajos que van a desaparecer por la automatización de procesos, robots e inteligencia artificial. 

Siempre que se habla de este tema normalmente se apunta a tareas o trabajos que son repetitivos y que aportan poco valor añadido; por tanto, una máquina o un software podrían hacerlo mucho más rápido y sin intervención humana. Sin embargo, ¿puede ir la tecnología más allá de lo evidente y afectar a otros trabajos o sectores? ¿podría afectar a los medios de comunicación? ¿el oficio de narrar lo que pasa e informar podría ser sustituido por medios tecnológicos?

La comunicación y los medios de comunicación son vitales en cualquier sociedad. Los medios educan, informan, ofrecen opiniones, someten al escrutinio público a gobiernos y gobernantes y todo ello nos permite conocer qué pasa a nuestro alrededor y formar nuestras propias opiniones. En definitiva, es una labor de gran importancia y responsabilidad que, hasta ahora, siempre ha quedado fuera de los listados de «profesiones que desaparecerán» al estar vinculadas al conocimiento y el valor humano.

¿Y si una inteligencia artificial estuviese escribiendo este artículo?

No hay ninguna inteligencia artificial o algoritmo detrás de este artículo, solamente las ideas trasladadas a palabras del firmante del mismo, pero que una noticia, un artículo de opinión, un guion de cine o hasta un libro pueda ser escrito por una inteligencia artificial no es una idea extraída de una novela distópica o de ciencia ficción, es algo muy real.

Fue el diario británico The Guardian el que planteó en septiembre del año pasado que una IA escribiese un artículo de opinión en el periódico y que, de paso, convenciera a los lectores que los robots venían en son de paz.

La tecnología responsable de este ensayo tan singular no era otra que GPT-3 (Generative Pre-trained Transformer 3), un proyecto de OpenAI, organización sin ánimo de lucro creada para impulsar la investigación en inteligencia artificial y que lanzada, entre otros, por Elon Musk y Sam Altman. 

GPT-3 es inteligencia predictiva, le puedes dar dos o tres frases y podrá escribir el resto del artículo o desarrollar conversaciones y responder a preguntas basándose en las preguntas y respuestas anteriores porque atesora, prácticamente, todo el conocimiento humano más relevante que existe en Internet, y esa es la base de su aprendizaje.

OpenAI alimentó a GPT-3 con todos los libros que están compartidos en abierto en Internet, también se ha aprendido todos los artículos de Wikipedia, y los millones de páginas web y documentos científicos disponibles en la red.

Tras esta ingesta de información, 5.630 millones de webs y unos 45 zettabytes de información, GPT-3 formó una gran red neuronal de conexiones que relacionan todos los datos e información que ha procesado (unos 175.000 millones de parámetros). Esto está almacenado en 700 GB a través de 48 GPUs de 16 GB cada una de ellas. Esta es su base de conocimiento, con la que es capaz de programar una página web, hablar sobre política y economía, o escribir un artículo para The Guardian.

Que una IA fuese capaz de escribir un artículo era ya un hecho inquietante pero GPT-3 ha ido algo más allá y plantea, incluso, algunos escenarios distópicos. Como traer a la escritora Jane Austen al siglo XXI y comentar con ella cómo cambiarían sus personajes en nuestra época y qué impacto tendrían en ellos las redes sociales o debatir con Alfred Hitchcock qué película de ciencia-ficción es mejor: 2001 de Stanley Kubrick o Interestellar de Christopher Nolan. IGPT-3 puede incluso continuar poemas de escritores de referencia o elaborar una crítica de la saga literaria Dune.

Afortunadamente, aunque GPT-3 es un gran hito tecnológico, sus textos pierden calidad cuanto más extensos son, y sus estructuras semánticas siguen siendo simples, porque en realidad GPT-3 no sabe lo que lee, solamente es capaz de reconocer y aplicar patrones. No obstante, es una singular alerta de lo que pueden llegar a cambiar profesiones como el periodismo o la de escritor por el impacto de la tecnología.

Y la carrera en este ámbito no ha hecho nada más que empezar: la Academia de Inteligencia Artificial de Beijing en China ha presentado recientemente a Wudao (que significa «comprensión de las leyes naturales»), el modelo de IA más grande del mundo, con 1.750 millones de parámetros y 10 veces más grande que GPT-3.

Los robots que presentan informativos

El impacto de la IA en el periodismo, en el fondo, no es nuevo, y ya en 2018, desde China, nos dieron una primera muestra con su presentador de noticias virtual.

Creado por la agencia de prensa Xinhua, perteneciente al gobierno, el presentador de noticias virtual es un deepfake, es decir, una imagen creada por una IA que imita a una persona que puede ser real.

En este caso, Zhang Zhao, que es el nombre de este singular presentador de informativos, tiene el aspecto de una personal real y está creado a través de un deepfake con imágenes de personas reales, con la singularidad de que el movimiento de su boca sí que es artificial y se genera a partir de algoritmos que procesan la voz sintetizada que escuchan los espectadores del informativo.

¿Y por qué estos presentadores virtuales? La respuesta es muy sencilla, están destinados a leer las noticias sin necesidad de contar con un presentador o leer comunicados de prensa tanto en inglés como en chino.

Aún siguen pareciendo artificiales pero marcan una senda de la obsolescencia en el arte de presentar noticias y contar lo que pasa a nuestro alrededor.

La sociedad necesita estar informada pero los formatos están cambiando.

Afortunadamente, la sociedad demanda que la actualidad y las noticias sigan siendo contadas por personas, y nos inquieta esa síntesis artificial de robots y algoritmos; sin embargo, sí que hay cambios derivados de la tecnología en los formatos y en la forma en la que consumimos información.

El «oficio de comunicar» se ha ensanchado en sus fronteras y el universo de creadores de contenidos es un espectro amplio de perfiles, canales y soportes; tan abierto y tan diverso como los que consumen y demandan información.

Podcasts, YouTube, TikTok, Instagram o Twitch nos han abierto las puertas a información en formatos diversos, frescos y con un lenguaje mucho más cercano que engancha con los nuevos consumidores de contenidos. De la misma forma que hace unos años los blogs o las redes sociales nos llevaron la información con otros puntos de vista, incluso a veces de personas expertas en su materia pero que no tenían por qué ser profesionales de los medios de comunicación.

El gran impacto de la tecnología en el mundo de la comunicación, en mi opinión, es la democratización del acceso a múltiples fuentes y formatos y, por supuesto, la democratización del acceso a ser también una fuente de información y conocimiento.

Eso sí, aunque la sociedad siempre tendrá la necesidad de seguir estando informada, la forma de acceder a la información seguirá en continua transformación y evolución.

Como decía el economista austriaco Joseph Schumpeter, la transformación es una «ola de destrucción creativa» que destruye viejos paradigmas y obliga a la transformación y la adaptación a los nuevos escenarios.