Nuestros hábitos de consumo han cambiado mucho en los últimos años y hemos ido abrazando servicios y soluciones que nos facilitan la vida y que, aunque parezca magia, hacen posible que tengamos en casa nuestra compra, nuestra cena o el libro que queremos leer y todo ello en un tiempo récord.
De hecho, este cambio de hábitos aún se ha acrecentado más con la COVID-19 y hemos convertido nuestro hogar en una especie de “centro de operaciones” sobre el que gira nuestra vida y donde también trabajamos o practicamos nuestras actividades de ocio.
España es el tercer país del mundo en el que más creció el comercio electrónico en 2020, un 36% y el 62,2% de los españoles, según el INE, compró por Internet en 2020.
Hemos ido apostando por la inmediatez, la conveniencia y la comodidad. Recibir en nuestra casa la cena porque hoy nos apetece sushi y mañana nos apetece comida libanesa, recibir la cesta de la compra en casa y ahorrarnos cargar las bolsas (menos los productos frescos que esos mejor verlos “cara a cara”), recibir libros o cables o cualquier gadget que hemos comprado de manera compulsiva vía Amazon… y si alguien no lo tiene claro, España es el tercer país del mundo en el que más creció el comercio electrónico en 2020, un 36% y el 62,2% de los españoles, según el INE, compró por Internet en 2020.
Sin embargo, esta comodidad y, por tanto, el aumento de nuestras compras online, también tiene sus efectos en las ciudades y, concretamente, en sus calles: el tráfico de motos, furgonetas, bicicletas o patinetes… repartidores apresurados que tienen que cumplir con sus entregas, este es el nuevo paisaje urbano.
La última milla, el tráfico, las personas y la sostenibilidad
Vivimos toda una explosión en la conocida como “última milla”, es decir, la distancia a cubrir desde un almacén, una tienda o un restaurante hasta el domicilio del cliente y esta explosión es la que vemos en nuestras calles cada día; unas calles que ya de por sí tenían cierta congestión y que ahora suman un tráfico adicional de pedidos de todo tipo.
¿Y realmente es un problema? Según la patronal logística UNO, las empresas entregan de media en la Comunidad de Madrid en un día normal entre 350.000 y 400.000 paquetes. Eso sin contar las situaciones excepcionales que se dan en fechas absolutamente caóticas, como las Navidades o el Black Friday.
Así que si tomamos estos datos como referencia y lo trasladamos a vehículos, ya tenemos un primer impacto en términos de sostenibilidad. Si los repartos en coche, moto o furgoneta ya tenían un impacto en huella de carbono, imaginemos el derivado del aumento de dicho tráfico.
Además, también tenemos el impacto en forma de siniestralidad. Según el Observatorio de siniestralidad vial laboral de España elaborado por Asepeyo y la fundación CNAE, el 39% de los accidentes de tráfico en desplazamientos realizados durante la jornada laboral lo sufren vehículos ligeros de 2 y 3 ruedas, es decir, motocicletas, bicicletas y similares. Y según la patronal de empresas de Inspección Técnica de Vehículos de la Comunidad de Madrid, los accidentes en furgonetas se han incrementado en un 41% en los últimos cinco años y los heridos en ciudad un 94%.
A la vista de los datos y de las tendencias que nos hacen ver que seguiremos usando cada vez más las compras online, necesitamos un cambio. En este sentido, la tecnología nos puede ayudar a cumplir las expectativas de los clientes y a satisfacer la inmediatez y la comodidad, a la vez que disminuimos la huella de carbono, descongestionamos las ciudades y evitamos accidentes.
La logística y la optimización.
Siempre he visto la tecnología como una puerta hacia la eficiencia y, sin duda, una de las claves del negocio de la logística es la eficiencia en las operaciones: evitar entregas fallidas y segundas visitas, optimizar rutas, evitar la “capacidad ociosa”…
Es cierto que la mayoría de las empresas de logística en España intentan minimizar las visitas fallidas concertando entregas u ofreciendo información de seguimiento pero, a veces, estos sistemas fallan porque pueden surgir imprevistos de todo tipo que hacen que el cliente no esté en su casa a la hora de la entrega del pedido.
Aquí es donde entran en juego las taquillas que cada vez son más populares y que siempre están disponibles para entregas, salvo que estén llenas. Amazon tiene taquillas propias en gasolineras o centros comerciales, Correos ha lanzado sus propias taquillas Citypaq que ubica en oficinas e, incluso comunidades de vecinos, y también hay startups como Citibox que ofrecen a oficinas y edificios la oportunidad de contar con su propio buzón inteligente para recibir sus pedidos y dotar así de libertad al cliente final y de una ausencia de incidencias a las empresas de logística.
También el comercio electrónico y la logística de última milla están teniendo un impacto positivo en el comercio local, aunque se pueda pensar lo contrario.
También el comercio electrónico y la logística de última milla están teniendo un impacto positivo en el comercio local, aunque se pueda pensar lo contrario. Aunque pueda parecer un sinsentido, hay comercios tradicionales que se han convertido en “puntos de recogida” para gigantes como Amazon y también para empresas de logística y, de esta forma, ponen en valor su local y tienen tráfico o afluencia de nuevos clientes.
Pero antes de llevar el paquete al destino y, por tanto a manos del cliente final, hay que elaborar la mejor ruta posible, organizar el envío, hacer el picking de productos, y en esto te puedes guiar por el instinto o, mucho mejor, por los algoritmos y la tecnología. Como ya están haciendo algunas empresas españolas.
Como Mox, una de las startups de referencia en España en el ámbito de la logística de última milla, y que no es una empresa de reparto al uso. La tecnología forma parte de su ADN y gracias a la adquisición de SuperTech, pueden ofrecer a sus clientes tanto músculo para realizar sus pedidos (Seur, Dia o Just-Eat están entre sus clientes) como tecnología para que cualquier comercio pueda ofrecer delivery a sus clientes y que éste, además, sea rentable. Incluso usando, como hace la empresa, repartidores contratados en lugar de autónomos.
Porque la diferencia entre ganar y perder dinero en un negocio de márgenes estrechos está, precisamente, en la optimización: elegir las franjas horarias óptimas para repartir, anticipar la demanda y hacer previsiones de pedidos y planificar así los recursos para enviarlos, configurar rutas óptimas…
¿Por qué enviar un pedido al cliente a las 4 de la tarde y perder dinero porque es la única entrega a realizar y con la furgoneta va vacía? ¿No sería mejor ofrecer al cliente una entrega a las 5 porque la furgoneta tiene su capacidad de carga casi completa y su compra la llenaría? ¿Y si le ofrecemos un descuento en los gastos de envío si cambia su franja horaria? ¿Y si gracias a esto ganamos dinero en vez de perderlo? Esta es la optimización que ofrece la tecnología de empresas como Mox a sus clientes, y ese es el valor que puede aportar la tecnología a la logística de última milla.
La logística de última milla también puede ser sostenible.
Gracias a la tecnología y las startups hemos eliminado las segundas visitas y también hemos eliminado capacidad ociosa y optimizado los recursos. Sin embargo, seguimos teniendo un reto sin resolver tras el aumento del tráfico urbano: la sostenibilidad. La última milla y el auge de los pedidos y repartos no tiene que tener un impacto negativo en la huella de carbono y las emisiones; la comodidad y la inmediatez no tiene que estar reñida con la sostenibilidad y, para ello, también nos pueden ayudar la tecnología y la innovación.
Amazon está apostando por las furgonetas eléctricas al igual que SEUR pero la furgoneta no es el único vehículo que forma parte del entramado del tráfico de la logística de última milla en las ciudades. Las motocicletas también se están volviendo eléctricas y un buen caso es el de Correos en España que está pasando su flota de motos hacia vehículos de cero emisiones. Sin embargo, las motocicletas también están cambiando su diseño y forma para poder encarar mucho mejor el reto de la logística de última milla.
¿Y si pudiésemos tener la capacidad de carga de una furgoneta y la movilidad de una motocicleta? ¿No podríamos optimizar nuestras rutas y maximizar la capacidad de transporte? ¿Y si lo hiciésemos con un vehículo eléctrico? Este es el reto que se han planteado empresas como Scoobic en España o Paxster en Noruega.
Ambas compañías ofrecen vehículos eléctricos para logística de última milla que aparentemente son motos, pero con capacidad para transportar hasta 300 kilogramos de carga en un vehículo eléctrico. Con 100 kilómetros de autonomía y que puede circular por el casco antiguo de una ciudad e, incluso, aparcarse en la acera.
Y si la zona es peatonal y solamente pueden circular bicicletas, la logística de última milla tampoco se queda parada gracias a los triciclos de Tromber, que por ejemplo usa SEUR. Pueden mover los pedidos en una ciudad en una bicicleta eléctrica capaz de cargar 300 kilogramos en paquetes y pedidos.
Pero para que la logística sea totalmente sostenible y no tenga un impacto en emisiones no solo necesitamos vehículos eléctricos, también que estos vehículos se carguen con energía procedente de fuentes renovables. Aquí es donde entra en juego Solum, una compañía que ha desarrollado un suelo solar transitable y que está aplicando en el desarrollo de estaciones de carga para vehículos eléctricos. Por tanto no necesitan estar conectadas a la red eléctrica y eliminan de la ecuación las grandes estructuras de paneles solares porque las sustituyen por losetas que se pueden pisar.
Con un consumidor cada vez más propenso a comprar online y tener sus pedidos en casa cómodamente, nos encontramos ante un triple reto en el que la tecnología, sin duda, tiene mucho que decir y aportar: la sostenibilidad, la gestión del tráfico y la eficiencia en las operaciones. La próxima vez que compren en Amazon o pidan su cena, piensen en los algoritmos y la tecnología que han hecho posible que su pedido llegue a tiempo a casa. Aunque parezca magia, no lo es.
N.B. SuperTech es una empresa fundada por el director de Bifurcaciones, Juan Rivero, adquirida por MOX, y en la que actualmente participa. Su cita en el artículo responde a la imagen fiel del ecosistema de start-ups de última milla en nuestro país.