Adiós músicos, hola inteligencias artificiales

Por: <br><strong>Martín Sacristán</strong>

Por:
Martín Sacristán

DeepLudwig, una inteligencia artificial, ha terminado en 2021 la Décima Sinfonía que Beethoven dejó inacabada, y la IA Magenta ha lanzado nuevos temas de Nirvana, The Doors, Beatles o Amy Winehouse. 
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Martín Sacristán

El anuncio parece haber sido hecho para acompañar este número de Bifurcaciones dedicado a la música. El 9 de octubre, y como efeméride del 250 aniversario del nacimiento de Beethoven -prorrogado por la Covid-19-, se ha presentado al mundo su Décima Sinfonía. Una composición que en realidad nadie oirá jamás, dado que el músico dejó solo fragmentos del primer movimiento, quedando inacabada a su muerte. El ayudante post mortem del compositor ha sido una inteligencia artificial, y tan importante como el resultado es el modelo de aprendizaje facilitado a la máquina para completarla.

Lo precisa que sea una IA en sus resultados depende del modelo de aprendizaje, y el equipo de músicos que trabajó con DeepLudwig -así la han llamado- la puso a trabajar primero en la Quinta Sinfonía. Esta sí la tenemos completa, y pertenece a la etapa de avanzada sordera del compositor, como la Décima. La máquina solo recibió un fragmento y las características que definen el estilo del músico alemán. A partir de ahí se puso a componer, y al cabo de un año de entrenamiento sus fragmentos ya no podían distinguirse de los originales de Beethoven. En ese momento la pusieron a trabajar en terminar la Décima. 

Y qué tal lo ha hecho DeepLdwig. El mayor especialista en el músico alemán, Jan Swafford, autor de una biografía con más de mil quinientas páginas, no alberga dudas. Esta Décima es absolutamente correcta y en absoluto equiparable a una obra de Beethoven. Hay en su largo análisis del porqué un dato especialmente relevante, donde asegura que quienes adiestraron a la máquina no supieron enseñarle las sutilezas artísticas del compositor. Eso es tanto como abrir un camino a que algún día sí podamos incluir esas características en el modelo de aprendizaje y obtengamos una Décima tan emocionante como el resto de sinfonías. 

Lo que abre espacio a la escalofriante pregunta de si las máquinas serán capaces de sustituir al músico, a su mezcla de inspiración y técnica, a su personalidad, es decir, a los rasgos más humanos del arte. La respuesta es que ya se haya hecho. 

También este año, en abril, salieron al aire la nueva de Nirvana, otra de Amy Winehouse, y alguna más de Jim Morrison, Jimmy Hendrix y John Lennon. A esos nuevos temas Drowned in the Sun de Kurt Cobain y al Man I Know de Winehouse solo le faltaban las voces originales, y pese a las protestas de los fans más acérrimos, no es solo que suenen como ellos, es que son capaces de ponerte un poco de punta los pelos del corazón. Al menos si eres de los disfruta con su música. Estas canciones, creadas por la IA Magenta de Google, han sido una iniciativa de la organización Over the Bridge, que intenta proporcionar recursos a los músicos aquejados de problemas de salud mental, y que procuró darse a conocer creando temas de autores que se suicidaron o murieron jóvenes por excesos con las drogas y el alcohol.

La IA parece funcionar mejor para componer un tema musical del XX y no para una sinfonía clásica, pero no es por una cuestión de dificultad, sino por un rasgo de la música actual. La participación de los productores musicales. El sonido Michael Jackson fue definido por Quincy Jones; el rock de Bruce Springteen o Dire Straits lo debemos a Jimmy Lovine; la mayor parte del sonido rap a Rick Rubin, y el del hip hop a Dr. Dre; la música latina en su primer renacimiento, el de Ricky Martin, Shakira, Carlos Vives etc., a Emilio Estefan; y el actual pop español en gran medida a Carlos Jean. Lo que no quita un ápice de su mérito artístico a los músicos originales, pero sí crea unos rasgos, habitualmente orientados a hacer su música más comercial, que resultan más sencillos de identificar y copiar por una IA.

Y esto me lleva a la última gran efeméride musical del 2021, muy pertinente para el asunto de reemplazar a humanos por máquinas. Me refiero a la muerte por Covid-19 en la cárcel de Phil Spector, inventor del Muro de Sonido. Y responsable de parte del sonido que hoy identificamos como rasgo propio de los Beatles, los Beach Boys, The Velvet Underground, o Tina Turner, entre otros. Además de haber otorgado sus características a algunos de los hits más escuchados, ahora clásicos, de la música popular: Imagine, Be my Baby, Unchained Melody, o Spanish Harlem. Podría una IA convertirse como él en uno de los productores musicales más influyentes. Podremos llegar a tener un DeepSpector trabajando con un DeepLudwig para componer sin intervención humana. 

Ya ocurrió, hace tres años. La youtuber Taryn Southern compuso en 2018 su álbum usando enteramente varios productores IA, concretamente Magenta, AIVA, Amper Music y Watson Beat de IBM. Salvo en una canción, Break Free, compuesta por Amper, la máquina, y producida por Southern, la humana. El resultado es más que correcto, y la verdad es que este tema central podría pasar por uno de relleno de una diva pop, quizá Lady Gaga, aunque no uno de sus hits. De hecho no se convirtió en uno, ni obtuvo un masivo favor del público, que es el mejor juicio crítico de todos los posibles. 

Así que la conclusión no puede ser, de momento, más clara. Las promesas de IA componiendo música son cantos de sirena, e intentos loables de las compañías tecnológicas para abrir sectores de mercado. Sus logros no pueden minimizarse, y no tienen porqué rebajar las expectativas de futuro. Recordemos la carrera espacial, comenzamos disparando un cañón con pólvora y acabamos pisando la Luna. 

Logrará algún día emocionarnos la música de una IA. Podría lograrlo, al menos si recordamos lo que hizo Amy Winehouse. Ella creó sus canciones en base a un collage de conocimiento musical capaz de mezclar los sonidos de la Motown, el soul, el punk, y el hip-hop. Allí estaba todo, unido de manera armónica, y con una voz abrasadora además. Hizo aquello a lo que aspira la IA, componer en base a un modelo de aprendizaje sobre conocimiento existente, mezclándolo para crear algo que no era enteramente nuevo, pero que emocionaba. Podemos seguir dudando que algún día sepamos dar a la máquina el ingrediente emocional que permitirá a la IA competir con los músicos. Resistirnos a creer que el logro sea posible. Pero quién hubiera dicho en 1911 que llegaríamos a pisar la Luna.