Los nuevos modelos de negocio de la industria musical que llegan de la mano de las startups

Por: <br><strong>Juan Jesús Velasco</strong>

Por:
Juan Jesús Velasco

Aprender a tocar instrumentos de la mano de músicos profesionales; organizar un concierto en nuestro jardín o nuestra azotea; aplicar el Big Data a la música para saber su potencial éxito; y hasta asistir a un concierto en el Metaverso. 
Por: <br><strong>Juan Jesús Velasco</strong>

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Juan Jesús Velasco

La industria de la música es, sin lugar a dudas, el mejor de los ejemplos para mostrar cómo la tecnología puede cambiar por completo un sector. 

Si tuviese que ilustrar con un ejemplo el concepto de «ola de destrucción creativa» que acuñó el economista austríaco Joseph Alois Schumpeter en los años 50, la música ilustra muy bien todos esos cambios que han obligado a las empresas a adaptarse y evolucionar para evitar ser condenadas al fracaso y la desaparición.

De la misma forma que nuestros hábitos de consumo han cambiado con los años y, en buena parte, influenciados por las nuevas propuestas y formatos que la tecnología nos ponía por delante, la industria de la música ha vivido un cambio acelerado en los últimos 20 años gracias a Internet y la distribución de los contenidos.

Desde la llegada de Internet con Napster y la guerra de las discográficas, el iPod con iTunes y la venta digital de canciones con la que Apple revolucionó la música o los servicios de streaming como Spotify, nuestra manera de acercarnos a los contenidos se ha alterado por completo y hemos pasado de comprar a suscribirnos, de asistir a conciertos a verlos en el salón de casa en la TV o en unas gafas 3D”, de comprar CDs a coleccionar discos de vinilo, de esperar al estreno de un single en una radiofórmula a ver el nuevo videoclip de nuestro grupo favorito en exclusiva en YouTube…

Si pensamos en lo que hacíamos hace 10, 15 o 20 años nos parecerá un déjà vu. Si le hablamos de estos cambios exponenciales a un millennial o un centennial, todo les resultará extremadamente extraño y lejano aunque, realmente, no hayan pasado tantos años desde que usábamos un bolígrafo para rebobinar una cinta de casette y ahorrar pilas en el walkman.

Y una de las grandes ventajas que ha ofrecido la irrupción de la tecnología en el sector de la música es que ha permitido la entrada de múltiples empresas y nuevos jugadores en una industria que, realmente, estaba dominada por unos pocos y grandes que competían de la misma forma y con una propuesta similar.

Dicho de otra forma, la música pasó del «océano rojo» a la apertura de múltiples «océanos azules» en los que se podía competir de otra forma y dio pie a la llegada de muchas startups y emprendedores que son capaces de aprovechar estos nuevos patrones de consumo que se han ido generando en los consumidores de contenidos.

Aprender a tocar un instrumento de la mano de los mejores y desde casa.

Recuerdo cuando en el colegio me apunté a clases de guitarra como actividad extraescolar. En realidad, la guitarra no se me daba bien y aprendí a pasearla de casa al colegio las tardes de los miércoles en vez de tocarla como un virtuoso.

Hoy en día me planteo retomar la idea de aprender a tocar la guitarra y la agenda me hace complicado apuntarme a una academia tradicional y presencial. Sin embargo, las clases de música también están cambiando radicalmente y a los modelos tradicionales también se suman los modelos 100% online.

Evidentemente, YouTube está repleto de tutoriales para los autodidactas pero esta oferta se complementa con academias 100% digitales en las que puedes aprender a tocar un instrumento de la mano de músicos profesionales y, además, a tu propio ritmo y desde tu casa. 

Efectivamente, el modelo de Netflix está también en la formación musical y en España tenemos ejemplos muy interesantes como Aulart con sus bootcamps y clases especializadas en producción musical y música electrónica, Escuela de Guitarristas y Escuela de Bajistas que son dos plataformas hermanas especializadas en guitarra y bajo que permiten, también en un modelo de suscripción, aprender a tocar ambos instrumentos de la mano de músicos profesionales.

También existen aplicaciones como Flowkey que es una app que nos permite aprender a tocar el piano e, incluso, marketplaces que nos ponen en contacto con profesores y también las plataformas generalistas de formación como Udemy se están subiendo a esta ola de la formación musical a través de Internet.

El negocio de la promoción musical también está cambiando.

Otra de las áreas en las que la tecnología, Internet y las plataformas están cambiando por completo cómo se trabaja es, sin duda, el de la promoción musical y los conciertos. Hoy en día acceder a artistas e, incluso, organizar conciertos se está convirtiendo en un proceso accesible y cómodo, prácticamente a varios clics de ratón.

¿Alguna vez habías pensado en organizar un concierto en casa? Pues esta idea que puede parecer una locura realmente es posible y existen plataformas que nos ponen en contacto con artistas para convertirnos en «promotores de concierto por una noche» y organizar algo en nuestro jardín o nuestra azotea. Aquí es donde operan plataformas como Sofar, Gigstarter que está orientada tanto a particulares como locales abiertos al público o Musiqua.

De hecho, no solamente tenemos acceso a directorios y plataformas que nos conectan con grupos y artistas, podemos aprovechar la tecnología y los datos para predecir el éxito de un concierto, o seleccionar artistas utilizando como criterio el posible éxito que pueda tener el concierto o la actuación que estamos organizando.

¿Se puede aplicar el BigData a la música? La respuesta es muy simple: absolutamente sí. Drop.show, por ejemplo, conecta los datos de redes sociales y las plataformas de streaming de los artistas para que pueda realizar un seguimiento de su evolución en YouTube, Spotify, TikTok y, de esta forma, catalogar a los artistas por su impacto y obtener información demográfica sobre su audiencia o en qué canales tienen más escuchas.

Dicho de otra forma, es introducir una variable adicional a la hora de seleccionar un artista más allá del género musical o nuestras preferencias, la variable del impacto fuera de los circuitos tradicionales de discográficas o radiofórmulas. La tecnología permite democratizar la promoción pero también añade un nivel más de complejidad a la hora de seleccionar un artista, sobre todo si éste es independiente y vuela fuera de los circuitos tradicionales.

Otra propuesta interesante en este sentido es la de aplicar los datos a la organización de conciertos haciendo la correlación entre la selección de un artista y la posibilidad de que el concierto vaya a ser un éxito en cuanto a venta de entradas. Aquí es donde está compitiendo la española Break-event que utiliza datos históricos y la propia huella de los artistas en las plataformas de distribución de contenidos -YouTube, Spotify, etc.- para predecir el éxito que va a tener un concierto antes que éste se organice y, de esta forma, los promotores cuenten con herramientas para preparar la promoción o la venta del concierto e, incluso, se planteen la elección de artistas que, de otra forma, no se hubiesen planteado.

Aún más cerca de los artistas y los grupos.

No quisiera cerrar estas reflexiones sobre la democratización de la industria musical sin pasar por el impacto de la tecnología en la relación con los artistas y los grupos. Gracias a las redes sociales y las plataformas los sentimos más cerca, podemos interactuar con ellos y asistir a estrenos de singles o vídeos musicales.

Más allá de Instagram o TikTok donde puede llegar a ser complicado encontrar a los artistas noveles o independientes, existen plataformas que nos hacen sencillo localizar grupos y artistas e interactuar con ellos y crear comunidades. Buenos ejemplos de ello son plataformas como Colkie y Acqustic que se encargan de conectar a los artistas con los fans o, incluso, con posibles patrocinadores o promotores de conciertos.

Aunque es complicado cambiar el ambiente y la experiencia de un concierto en directo por una alternativa online, sí que es cierto que la pandemia nos abrió esta posibilidad -aunque en ese momento no había muchas más opciones-. 

Sin embargo, sí que esta vía sigue estando en explotación y encontramos propuestas de conciertos en streaming e, incluso, experiencias inmersivas a través de gafas de realidad virtual como las que ofrece MelodyVR. Si queremos vivir una experiencia como la de un concierto pero en casa, quizás pueda ser una opción que tome aún más peso con la llegada del Metaverso que propone Mark Zuckerberg desde Facebook.

De hecho con la llegada de esta evolución del Internet que conocemos seguramente la industria de la música viva otra nueva revolución que la lleve hacia experiencias mucho más inmersivas, a una mayor interacción entre artistas, grupos y fans y, seguramente, a que los conciertos y los eventos sean mucho más líquidos.