No olvidaré jamás una conversación mantenida en un paseo por París con Alejandro Jodorowsky, era una tarde soleada en la cual para nada me esperaba que fueran a alimentarme con algo que marcó mi vida, algo categórico que grabé a fuego en mi mente y que me ha acompañado durante muchos años y se ha convertido en un necesario mantra cotidiano para mí. Me dijo: «Utiliza tu pasado como trampolín y no como sofá…».
Whaou! Un perfecto tweet que tiene tanta profundidad como simpleza en el uso de las justas palabras, un impactante epítome de como mirar atrás por el retrovisor de nuestra vida y de un zapatazo eliminar al juez y quedarte con lo bueno… Llevado al terreno musical, que nos ocupa, podría perfectamente tener como fondo musical Don´t Look Back In Anger, una de mis canciones predilectas de mis queridos Oasis.
Para que algo impacte en la vida de alguien, lo primero que tiene que suceder es cerciorarse de dejar la puerta abierta a algo que está ahí pululando, algo fascinante, algo que debería tener muchísima más presencia en nuestras vidas, algo llamado arte. Abrirse a todas y cada una de sus manifestaciones ya que uno nunca sabe qué es lo próximo que le va a causar emoción, poner los pelos como escarpias o generar nuevos inputs que determinen la necesidad de convertir a ese arte en un imprescindible compañero de viaje, tan sumamente importante que determine el desarrollo de una vida plena. Así de importante es el arte, y con el arte conjugar todo, tu vida personal, tu vida profesional, tu lado espiritual y todo aquello que te rodee, porque: «Earth without art, is just Eh…»
En un acto de honestidad frente a ti, estimado/a lector/a que me ofrece al leerme su tiempo como regalo, he de reconocer que aplicar a mi día a día esa manera de mirar a mi pasado no fue fácil, pero trampolín y no sofá, os prometo que sonaba increíble… Ya integrado en mi cotidianidad, me ayudó, ayuda y ayudará muy mucho a poder entender qué diablos está pasando en la actualidad cuando conjugamos arte y tecnología, cultura y algoritmo, likes y dislikes, Youtube y Spotify. Los nuevos e imprescindibles ingredientes de una nueva manera de preparar esta ensalada que conforman la realidad de una industria, la musical, que aparte de generar un volumen de negocio abismal, mueve nuestras conciencias, nos acompaña en momentos tristes y dulces, nos hace bailar, llorar, reír, recordar y, en muchos casos, como el mío, salva vidas al grito de: MUSIC SAVED MY LIFE!
Hace más de una década que decidí dejar de trabajar para comenzar a realizar cosas que amaba y que me dieran un retorno económico como para sostener la fabulosa familia numerosa que hemos creado junto a mi mujer desde el amor más absoluto, tras múltiples proyectos y siempre convencido de que el ser humano, si se lo propone, puede convertirse en una navaja suiza multi-task.
A día de hoy dirijo la facción española de Dale Play Records, un sello discográfico con presencia global en el mercado de LATAM que me atrevo a denominar 2.0, una joven compañía con menos de 3 años que se ha forjado en el mercado haciendo las cosas de manera diferente a lo que estábamos acostumbrados, que con tan temprana edad ha sido nominada este 2021 a 6 premios Latin Grammy. Y que por ese motivo, y por ese sexto sentido que nos alumbra a todos, me tiré con paso firme a la piscina el día que dejé todo para formar parte de ella, sin saber si esa piscina estaba llena o vacía, sin dudarlo ni un segundo, y va a ser que estaba a rebosar y además, era olímpica.
En esa tesitura acompaño las carreras de artistas que, de media, tienen menos de la mitad de edad de quien aquí os escribe -46 años- y he de confesar que he tenido que realizar una labor titánica para entender, adaptarme y poder realizar mis humildes aportaciones en una industria que nada tiene que ver con lo que yo viví cuando tenía la edad de los artistas con los que opero, el mundo es otro y la industria musical, más todavía…
Chavales y chavalas que generan millones de visionados en Youtube y streams en Spotify generan un volumen de negocio de más 1.200 millones de dólares anuales y se llevan un 5.1% de la tarta de los Ingresos por Música Grabada a nivel mundial que ascendieron, el pasado 2020, a 23.100 millones de dólares.
Se han creado nuevas vías de acceso al consumo musical, dominado por el streaming en multiplataformas digitales, y lo más importante y revolucionario, se ha democratizado el uso de la tecnología para crear contenido musical. En mis años mozos si no ibas a un estudio de grabación, le gustaras a un A&R de una compañía que te editara cd´s y casetes, te hiciera algo de promoción digna y te encomendaras a Santa Cecilia, difícilmente ibas a ser escuchado y mucho menos llegar a imaginar poder sustentar tu vida con ese húmedo sueño juvenil de convertirte en una estrella del Rock´n´Roll.
Hoy ninguno de esos condicionantes aplican: con tener conexión a internet, talento, una tarjeta de sonido, autenticidad, un cuarto no muy ruidoso, perseverancia y un micro decente que puedes conseguir nuevo por menos de 100 euros, tienes la capacidad de, desde ese mismo cuartucho, publicar tu música en todas las plataformas existentes a nivel global, con un coste mínimo. Y, en muchos casos, convertirte en la banda sonora de cientos de miles de vidas en forma de jóvenes usuarios que, gracias a la irrupción y consumo en los canales de nueva creación, generan casos de éxito provenientes de estos cuartos, con esos micros de menos de 100 euros y con ese pedazo de talento. Esto es ya una realidad, en ocasiones se dan casos de artistas que sin haber pisado un escenario en su vida, se han convertido en referentes indiscutibles de una generación que viene imponiendo sus iconos, al margen de las grandes corporaciones que ya no marcan la agenda de lo que sucede en este mercado musical.
Dicho sea de paso nos han convertido a toda una generación como la mía, la X, que comprende desde 1965 a 1980, en unos completos ignorantes tecnológicos que queremos ir de «enteraos» y donde nuestras hijas/hijos/discípulos, han superado a padres/madres/maestras bajo el ofensivo y tierno paraguas de comentarios como: «Trae anda papi, que no te enteras de nada y ya arreglo yo eso que no sabes hacer tú mismo, en tu propio móvil»… aberrante, la verdad!
El nuevo consumo llevado a cabo por esta nueva generación forja algo maravilloso, un espíritu DIY -Do It Yourself- que pone en evidencia una obsoleta forma de operar de las major companies tradicionales y que establece un nuevo paradigma de cómo crear arte, cómo consumirlo y lo más revolucionario de todo, que la chavalada pueda vivir de ese arte, ¡¡esto si que es flipante!! ¿Sabíais que, en muchas ocasiones, estos artistas triplican el ingreso mensual de muchos ejecutivos que estéis leyendo esto? Sí, es así, estos chavales y chavalas que generan millones de visionados en Youtube y streams en Spotify generan un volumen de negocio de más 1.200 millones de dólares anuales -y creciendo- y se llevan un 5.1% de la tarta de los Ingresos por Música Grabada a nivel mundial que ascendieron, el pasado 2020, según estudio realizado por MIDiA Research, a 23.100 millones de dólares, poca broma…
Señoras y señores, estamos en 2021, recién salimos de una inesperada pandemia que ha provocado que la generación que va a gobernar el mundo más pronto que tarde, se ponga las pilas de una manera espectacular. Ya convertidos en medios de comunicación con patas, sin necesidad de apoyo de nadie, absolutamente nadie y con una autonomía y capacidades deslumbrantes y arrolladoras. ¿Qué quiero decir con esto? Pues una pequeña recomendación desde la más absoluta humildad: que no miremos con cara extraña a esos chicos y chicas de pelos de colores, tatuajes incomprensibles en cara y cuerpo y vestimenta multicolor propia de un programa de Eva Nasarre porque, antes que cante un gallo, van a ser ellos los que dicten las reglas, si capaz no haya pasado ya, cuando este artículo haya visto la luz…
Ojo, el que avisa, no es traidor…