La frase «estás en las nubes», hasta ahora, no ha sido más que una manera relativamente educada de indicar que una persona estaba despistada o que no estaba al tanto de lo que ocurría en su entorno. Hoy su sentido ha cambiado por completo, aunque más bien en su aplicación a las empresas, pues no estar en la nube es, básicamente, estar perdiendo una oportunidad de mejora sustancial, y, por supuesto, de hacer crecer la capacidad de generar negocio.
En esencia un servicio en la nube es cualquier servicio que se utiliza a través de Internet: leer el correo electrónico, consultar el saldo del banco, ver una película, hacer la compra, consultar el tiempo, etc. Los programas ya no están en un dispositivo local, sino que están instalados en servidores al otro lado de la conexión, ofreciendo capacidad de almacenamiento ilimitada y tanta potencia de proceso como sea necesaria para ejecutar las tareas remotas.
Para un consumidor la ventaja es clara al únicamente hacer uso del navegador para acceder a un sinfín de servicios, independientemente del dispositivo. Para las empresas, los beneficios son aún mayores, al ofrecer un entorno donde la seguridad, el almacenamiento y los recursos disponibles son infinitamente mayores que con equipos locales, simplificando al mismo tiempo la gestión tecnológica y reduciendo los costes operativos mientras exponencialmente aumenta su competitividad.
Suponen una auténtica revolución, pues permiten acceder a tecnología que hace tan solo unos pocos años estaba reservada a unas pocas compañías que disponían de los presupuestos necesarios para invertir en grandes centros de datos con los que cubrir sus necesidades de negocio. La evolución de la conectividad también ha llevado a deslocalizar dichos centros de datos al no requerir disponer de espacio en las oficinas para colocar la infraestructura necesaria. Todo está en grandes centros de servidores y datos que pueden estar en cualquier parte del planeta, incluso bajo el mar. La nube hoy provee de toda clase de servicios para todo tipo de negocios, y, la industria del entretenimiento, particularmente los videojuegos, no es ajena a ello.
Quizá lo que más rápido nos viene a la cabeza como exponente de este tipo de servicios sea la posibilidad de jugar en streaming -transmisión del videojuego a través de Internet-. Y sí, efectivamente así es: ya no es necesario hacer una gran inversión en un equipo con los últimos componentes disponibles en el mercado -en el caso de los juegos de ordenador- sino que por una módica cantidad -el coste del juego o incluso aún menor, mediante una suscripción mensual-, con un navegador o una app y mediante una buena conexión a internet, es posible que jueguen a su videojuego favorito con la máxima calidad disponible y en cualquier dispositivo, gracias a la gran potencia de proceso de la nube. En realidad lo que se está haciendo es utilizar la ventana del navegador como si fuese la pantalla del ordenador que está al otro lado. ¿Más servicios en la nube para jugadores? Mantener el archivo de juegos, acceder a contenidos adicionales, disponer de servidores para partidas multijugador, servicios de logros en juegos, servicios de comunicación, reconocimiento de voz, etc.
Sin embargo, la gran revolución que ofrecen los servicios en la nube es la que permite a los estudios de desarrollo ir más allá del streaming: la utilización de la potencia de proceso y los recursos que pone a su disposición para crear mejores experiencias de entretenimiento. La nube activa nuevas posibilidades, impensables hasta hace muy poco tiempo tales como la inteligencia artificial en la nube o los mundos en la nube.
Con la IA en la nube los estudios pueden procesar los miles de datos de comportamiento que se generan cuando se juega para ofrecer competidores controlados por el sistema cada vez más inteligentes y que nos ofrezcan un reto diferente y mayor cada partida que juguemos. Sin la nube, no dispondríamos de los datos de los demás jugadores, ni tampoco de la potencia para gestionar los datos en tiempo real.
La nube también permite a los estudios de desarrollo construir mundos que hasta ahora no eran posibles; anteriormente todo se leía de la máquina local, ahora, un simulador de vuelo puede estar leyendo de un servidor todos los datos del paisaje que estemos sobrevolando, fotorealista y actualizado. O en un juego de fantasía se podría recrear un mundo virtual que va cambiando en tiempo real según estamos jugando, incorporando nuevos elementos a medida que el estudio de desarrollo va programando los servidores remotos, haciendo que la experiencia sea diferente para cada partida.
En resumen, el juego en la nube va muchísimo más allá del simple streaming, permitiendo que las empresas puedan desarrollar servicios y contenidos que enriquecen la experiencia de entretenimiento del consumidor. La nube ha permitido que los pequeños estudios de desarrollo dispongan ahora de las herramientas que antes únicamente estaban disponibles para los grandes estudios con sus enormes inversiones económicas, haciendo que sea el talento lo que verdaderamente diferencie el valor de los estudios.
En todo este proceso, el gran beneficiado es el consumidor, que con el poder la nube dispone de experiencias de entretenimiento cada vez más complejas y completas.