España será uno de los países más envejecidos del mundo en 2050. Nunca en nuestra historia nos hemos enfrentado a un proceso de envejecimiento tan intenso como el que tenemos por delante. Según el INE, en los próximos 28 años, la estructura por edad de la sociedad española va a cambiar radicalmente. Jubilación flexible y compatible con el salario
Se van a jubilar las generaciones del babyboom, más de 20 millones de jubilaciones en 27 años. La población mayor de 65 años va a pasar de los 9,5 millones a los 16 millones, mientras que la población en edad de trabajar, a pesar de la intensa entrada neta de inmigrantes, cerca de 10 millones, caerá en cerca de un millón de personas.
Debido a este fuerte proceso de envejecimiento que tenemos por delante, va a ser necesario adaptar tanto el mercado de trabajo como el sistema de pensiones a esta nueva realidad demográfica. La única vía para afrontar con éxito el reto del envejecimiento pasa necesariamente por utilizar parte de las ganancias de la longevidad para generar riqueza, alargando la etapa laboral.
Y para ello urge cambiar radicalmente la forma en que nos jubilamos. Necesitamos alargar de forma flexible la etapa laboral y no podemos permitirnos seguir malgastando el talento senior.
En primer lugar, sabemos que es falsa la idea de que los trabajadores mayores quitan el trabajo a los trabajadores jóvenes. La falsedad se sustenta en creer que la cantidad de horas trabajadas de una economía está fija y, por lo tanto, si es trabajada por una persona no puede serlo por otra. Pero esta premisa no se cumple empíricamente e, incluso, en economía lleva el nombre de “la falacia de la suma fija de trabajo” (i.e. “lump of labor fallacy”).
Sabemos, que en las economías donde la tasa de empleo de los trabajadores mayores es alta, también lo es la de los trabajadores jóvenes. Y esto es lógico, puesto que, en una economía, cuanta más gente trabaja, mayor es su consumo y la inversión y, por lo tanto, mayor es su PIB. Además, en muchos de los casos las habilidades de los mayores son complementarias a las de los jóvenes.
La regulación de la jubilación en España es drástica, sin apenas pasarelas de transición gradual entre la etapa de trabajador y la de pensionista y, además es, por regla general, incompatible con el trabajo retribuido.
Las excepciones legales de compatibilidad entre la pensión y el trabajo retribuido – la jubilación parcial, activa y flexible y el trabajo autónomo topado por renta – están llenas de desincentivos y disfunciones que confirman, en la práctica, ambos rasgos, porque tan solo el 14% de jubilados tiene rentas adicionales.
El paulatino envejecimiento de la población en España, con altas tasas de esperanza de vida y una escasa tasa de natalidad, se va a acelerar con la, ya próxima, jubilación de la generación del baby boom, lo que va a provocar caídas vertiginosas de la tasa de dependencia entre activos y pasivos.
En este contexto debemos superar la concepción clásica de la jubilación, concebida como imposibilidad para trabajar una vez cumplida determinada edad, y caminar hacia modelos de jubilación distintos, mucho más graduales, flexibles y compatibles con el trabajo retribuido.
La única vía para afrontar estas futuras caídas de la tasa de dependencia entre activos y pasivos es crear pasarelas graduales hacia la jubilación definitiva en determinadas edades y, a la vez, permitir la compatibilidad entre la percepción de la pensión y rentas derivadas del trabajo retribuido, por cuenta ajena o autónomo, sin límites de ingresos.
En un modelo de jubilación flexible y compatible ganan todos los actores del sistema económico y político. Las personas trabajadoras porque pueden ejercer simultáneamente su derecho a la jubilación y su derecho al trabajo, evitando la habitual disminución de ingresos, cuando en muchas ocasiones existen plenas facultades físicas y mentales para continuar trabajando por decisión libre.
Las empresas porque ganan activos ante el futuro déficit de vacantes, con el valor añadido del talento y la experiencia. La economía, en su conjunto y, en particular, el sistema de Seguridad Social, porque los trabajos retribuidos de los jubilados están asociados a cotizaciones de solidaridad y suponen mayores ingresos fiscales para el Estado.
Proponemos, en consecuencia, regular con incentivos los acuerdos de jubilación parcial, facilitar la jubilación activa, desde el empleo, y flexible, desde la retirada del mercado laboral, y dejar de topar las rentas adicionales de los jubilados. Percibir una pensión debe ser compatible con la realización de trabajos por cuenta ajena o propia sin límite de ingresos.
A su vez, se debe facilitar a las empresas la contratación laboral de este colectivo con un nuevo contrato de trabajo compatible, con reglas específicas que, sin discriminar por edad, tengan en cuenta que ya el pensionista está cubierto por una renta pública.
Por último, una vez establecida la plena compatibilidad entre la percepción de las pensiones y el salario, se deben cambiar las reglas del sistema de pensiones, para que la salida del mercado laboral sea lo más flexible posible.
Por un lado, se debe tener en cuenta cómo de dura o exigente físicamente es la profesión y la salud del trabajador y, por otro lado, facilitar que los trabajadores no pasen de trabajar cuarenta horas a la semana a trabajar cero horas en una sola noche, sino a través de una reducción gradual de la jornada laboral hasta la jubilación total.
Agradecemos a José Ignacio Conde-Ruiz (Catedrático de Economía, Universidad Complutense) y Jesús Lahera Forteza (Catedrático de Derecho del Trabajo, Universidad Complutense). Ambos son investigadores de FEDEA, por su valiosa colaboración en esta edición