La verdad absoluta polariza.

Por: <br><strong>Izanami Martínez</strong>

Por:
Izanami Martínez

La verdad absoluta condena cualquier matiz de gris a un inaceptable negro y permite un solo matiz de blanco.  Pero es precisamente en los matices de gris donde residen las libertades fundamentales humanas de pensamiento, decisión y expresión.  A lo largo de la historia se han amordazado muchísimas verdades válidas y necesarias con impolutos pañuelos […]
Por: <br><strong>Izanami Martínez</strong>

Por:
Izanami Martínez

La verdad absoluta condena cualquier matiz de gris a un inaceptable negro y permite un solo matiz de blanco. 

Pero es precisamente en los matices de gris donde residen las libertades fundamentales humanas de pensamiento, decisión y expresión. 

A lo largo de la historia se han amordazado muchísimas verdades válidas y necesarias con impolutos pañuelos blancos. Y cada vez, después de tocar fondos desgarradores, la sociedad civil ha recuperado con sangre, dolor y lágrimas el derecho a expresar con libertad sus matices. 

Porque cuando cualquier cosa que se cuestione la verdad absoluta es censurada, se censura también la esencia más profunda de lo que nos hace humanos. La libertad. 

Tenemos que hablar. Tenemos que hablar porque aquí y ahora se está censurando cualquier cosa que cuestione la verdad oficial. Está pasando en tu móvil. Ahora mismo. En las redes sociales que abres a diario. En la prensa que lees. En las noticias que ves. Aquí y en prácticamente todos los países del mundo. 

Porque hoy millones de personas en todo el mundo estamos unidas por las mismas redes sociales y estas, con sus comités de expertos dependientes, se han erigido como juez y parte de qué es y qué no es blanco, verdad y válido. 

Esto es muy peligroso. Esto es muy peligroso porque parte de la creencia absoluta de que las personas no estamos capacitadas para desarrollar un criterio propio. De que antes de que nos empecemos a hacer ideas raras que desestabilicen el sistema es más efectivo cortar de raíz y evitar nuestra exposición a preguntas, ideas y datos que puedan despertar nuestra innata capacidad de cuestionarnos la realidad que nos rodea. 

Y así nos anulamos, paralizados por el terror que alimenta el bombardeo constante de la peor versión posible de nuestro mundo y anestesiados por flashes de entretenimiento de 15 segundos. Asustados y consolados. Inmóviles y agradecidos por el incansable trabajo de los medios para avisarnos de lo malo, entretenernos on demand y aislarnos de lo incómodo. 

¿Pero sabes qué? Que lo incómodo es necesario. Lo incómodo es un derecho humano. Fue incómoda la idea de que la tierra no era plana. Fue incómoda la idea de que los homo sapiens evolucionamos del mono y fue incómoda la idea de que la pigmentación de la piel no determina la capacidad intelectual. Ha sido incómoda cada expresión en contra de un gobierno absolutista y ha sido incómodo cada vez que se le puesto palabras a un abuso, una traición o una injusticia. 

Cada vez hay menos espacios para hacerse preguntas incómodas. Los posts se borran, las cuentas se bloquean y la versión oficial no permite espacios seguros y abiertos de reflexión. 

Lo que está pasando nos está pasando a todas las personas del planeta. Somos todos y todas los que estamos sufriendo las consecuencias. Nos corresponden espacios públicos de reflexión abierta. Debates reales. Opiniones divergentes. Información contradictoria. Preguntas incómodas que detonen reflexiones constructivas. Tenemos derecho a los grises. 

Porque hemos dado por supuesto que la intención de quién determina el matiz de blanco aceptable es noble, pura y honesta. Pero la probabilidad de que no sea así, por muy pequeña que sea, es lo suficientemente escalofriante como para que dejemos de conformarnos con la versión oficial que nos cuentan y demos el paso humano de desactivar el piloto automático y empezar a accionar desde la consciencia. 

Busca. Da un paso más allá de la fanfarria mediática. Lee, compara, cuestiona, abraza cada matiz de gris sin miedo y ejerce tu derecho fundamental humano de desarrollar tus propios juicios. 

Esta situación, como todas, tiene más de una solución posible. Censurando cualquier intento de exploración consciente lo que se censura, al final, son todas y cada una de las posibilidades de resolver esta crisis humana de una forma diferente. 

No se tú, pero yo estaría mucho más tranquila si la humanidad entera no pusiera los huevos de su libertad, calidad de vida y existencia en una misma cesta.